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TERCER

DOMINGO

bicion con algunas amenazas. Le despide tan presto, que

mas parece arrojarle de si, que-despedirle. Vé, le dice,

y

cuidado con decir nada de lo que he obrado contigo, pre–

séntate solamente al príncipe de los sacerdotes, y ofré–

cele lo que la ley de Moyes manda que se ofrezca: sin

su consentimiento

y

aprobacion no vuelvas á entrar en el

comercio del mundo, para que él y todos los sarcerdotes

. , sean testigos de que cumplo

y

hago que se cumpla la ley.

La ley establecía

á

los sacerdotes por jueces de esta

enfermedad; á éllos tocaba declarar si los que se presen–

taban estaban tocados de élla,

ó

si estaban bien curados.

Los que estaban declarados por curados, ofrecían lo

pri–

_mero dos páxaros,

y

ocho dias despues dos corderos y una

oveja,

Si

eran -pobres, un cordero y dos tortolillas, despues

de lo cual .entraban al trato

y

sociedad de los hombres.

El sacerdote los llevaba luego á la

ciu~"J,

y

despues al

templo, en donde ofrecian su don como estaba dispuesto

por la ley.

.

·

Este hombre, que debía

á

Jesus su salud y

su

vida, supo

di

:-;;~Gir

bien las dos cosas que le ordenó su bienhechor.

En cuamo á la primera, que era no hablar de su curadon,

no la consideró como un precepto, sino solo como una lec–

cion ó como un exemplo de humildad, dice san Ambrosio;

por eso desde que se pudo presentar en pliblico,

y

se aca-

1

bó el

tiempo- de su separacion, conforme á la ley, publi–

'alt~ mente

todo lo que babia pasado; de modo, que

ha–

biéndq:;e extendidp la voz por todas partes, no se hablaba

de ot ra cosa que de este milagro. La sola súplica de este

lep roso-, dice san Crisóstomo, da á entender la grandeza de

su fe, su

firme

confianza

y

su perfecta resignacion: élla es

uno de los mas bellos modelos de oracion que ha

y

en todo

el evangelio. Algunos creen que la prohibicion que hizo

.el Salvador al leproso de que no publtcara su milagrosa

curacioH, solo debia entenderse ántes de haber sastife–

cho

á

la

ley, que le obligaba á ir

á

presentarse

al

sacer–

dote,

y

hacer su ofrenda

á

Dios en el templo ántes de pare-

cer

en

público~

.

. El milagro de·la curacion del leproso se había obrado

á

lapuerta de Cafarnaum, ó muy cerca de la ciudad. Habien–

do ent rado Jesus en la ciudad, se encontró con los ancia–

nos

y

con los mas cal ificados de entre los judíos, que ve-