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362.

DOMINGO VE°INTE Y TRES

Salvador, lleno de benignidad

y

de complacencia quan–

do se trata de hacer bien , np delibera un momento , ·si–

no que parte al punto con aquel hombre. Sígue·

t;!

rodo el

pueblo que

se

había juntado

-al

rededor

de

él ;

y

como ·

~ada

uno

de

ellos

queria

estar junto

a

él,

le apretaban

tanto, que no podia _andar sino

con mucho tnibajo.

En el

camino

se le

ac~rcó

una muger que babia

doce

años se hallaba muy incomodada

de un

fluxo de sangre,

sin

que

en

este

tiempo hubiese podido encontrar ningun

alivio

en los. _remedios que la babian aplicado los

médi–

cos. Habiendo ojdo hablar

de

los milagros que hacia el

Salvador,

concibió

una

t an gran

confianza en

él,

que

de–

cia dentro de sí misma: con solo que

yo

pueda tocar su

vestido quedaré sana. Con este pensamiento se mete por

entre la

gente,

se

l lega por

detrás

del

Señlf·r, le

4

toca

el

ruedo

de

su vestido,

ó la

franja

de

que su

vestidura

es–

taba guarnecida por debaxo

a

uso del pais,

y

al momen–

to

se siente

sana

y

buena.

EJ.

Salvador,

que

no

ignoraba lo

que pasaba,

se

de–

tien-e,

y

vol

viéndose

se encara

a

la muger,

y

la

dice:

buen

_a nimo, .

hija, que

tu

fe

te

ha sanado. El

suceso

verificó

el dicho

del

Salvador, pues curó tan perfectamente de

su mal, que no la quedó la menor reliquia.

San

Márcos

añade,

que

conociendo en sí mismo el

Salvador la virtud que habia como salido de él,

y

cu–

rado la enferma, se volvió hácia la muchedumbre que le

seguia ,

y

d íxo:

i

quien ha tocado

mis vestidos?

.Quis

té–

tigit vestiménta

mea?

Sus discípulos le dixéron: Señor,

te aprieta tan ta muchedumbre de gente

que

te oprime,

y

preguntas

?.

quien me ha tocado? Sé muy bien lo que

digo,

replicó

el Salvador: alguno me ha tocado con una

y

unas disposiciones

intenores

muy

diferentes que las

de los que me aprietan: quando decía esto miraba. al re–

dedor de sí'

como para

ver

a

la persona

que le babia

tocado, no porque Jo ignorase, sino porque

queria

que se

supiese de boca de la misma persona

con

quien acababa

de

hacer el milagro, la diferencia

que

hay

entre

llegar–

se

a

él con

una fe viva,

o

sin ninguna

disposidon.

La mu–

chedumbre

aprieta

a

Jesucristo' digámoslo así, en nu

s–

tras iglesias al pie de l al tar, en el comulgawrio;

5Ín em–

bargo, pocos le tocan de modo que merezcan ser curados.

Es-