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DESPUES DE PENTECOSTES.

33 5

b

las, Jos

espíritt:-3

m_alignos que

están

en el ayre, todo esto

s:

gnifi.ca,

con poca

diferenda,

una q1isma

co::a; es

a

sa–

b

e

r, las

potestades

dd infierno,

y

el

tentador que se halla

en todas partes,

y

que nos sigue hasta en el lugar s··mo,

has~a

el pie del

altar, hasta en

el

exercicio

de

nues t1

as

buenas

obras.

Níngun

asilo

hay contra sus

malignas

astu–

cias, ningun

abrigo con

era

sus

tiros. Por

esto

decia

el

S.:!lvador

a

sus apóstoles: Orad

y

velad continnamente;

velad

y

orad

para

que no

caygais en la

tenracion, para

que no

os

sorprehenda el enemigo, para que no seais ven–

cidos por sorpres:i.

Si las almas

mas inoct ntes,

si

los dis–

cípulos

mas

fervorosos tienen siempre

que

temer,

y

de–

ben r.rar

y

velar continuamente;

i

quien asegurará

a

los

cristian<:.:g

tibio~

e

imperfectos~

Esas personas

mundanas

que

no

respiran sino

gozo~

y

alegrías: esas gentes de de–

licias, tao festivas siempre

y

tan jocosas: todos esos que

pa~an

su .

vida

en

1a

ociosidad

y

en el regalo,

i

~srán

al

abrig;<;>

de todos

los peligros para estar dispensados

de ve–

lar, de orar

y

de

temer?

Nuestra vida, dice la .Escricur.a,

es

una guerra

y

una

tenta5=ion

con,tinua;

y

así,

debemos

estar siempre alerta.

i

Quien no se pasma , pues , que en

medio

de

tantos peligros , la

mayor part-e de

los

hom–

bres

de nada

se rezelen

y

nada teman?

Quid tu sopóre de- .

prfmeris?

i

Como puedes dormir tan

profundan.ente en .

medio

de un

peligro

tan

grande,

y

agítado

de

una tempes–

tad

tan

violenta~

i

Resistirán un asalto unos sG1dados sin

armas,

y

cogidos

ct.e

improviso? No hay

persona .de

tan

eminente virtud que no tenga que temer ·en órden

a

su sal- '

vacion; ningun órden relígioso, ningun

estado

tan santo, ·

ningun

lugar tan retirado, ninguna soledad tan horroro–

sa en

que

no se necesite de las

armas

de Dios ,

y

en

que

pueda uno estar seguro sin ·escudo, sin ralabarte, sin mor–

rion, sin coraza. No hay santo tan

grande

que uo haya

temido

el peligro

hasta:

el exercicio de la mas austera pe–

nitencia;

i

que es

lo que inspira

a

esos

religiosos

t ibios

e.

·imperfectos,

a

esas personas

enteramente

mundanas,

una

tan

espantosa

seguridad

~

E t