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DOMINGO .DfEZ Y NUEVE

cuidó, y asistió con un vestido ·indecente y andrajoso. Ha–

biendo entrado el rey en

la

sala

a

ver

a

los que estaban

p uestos

en

la mesa , advirtió entre los <lemas

a

e te hom–

bre. Díxole: Amigo, icomo has entrado aquí sin tener vesti–

do de boda? Corrido éste

y

avergonzado, no supo qué res–

ponder.

El

rey mandó entónces

a

los ministros que

le

pren–

dieran , y que atado de pies y manos le metiesen

en un

horrible calabozo , imágen de aquel lugar de tinieblas,

donde

no se oyen sino lloros, desesperaciones, cruxir de

dientes,

y

donde se encuentran juntos todos los suplicios.

T odo esto espanta, concluye el Salvador; pero lo que

hay de mas deplorable es' que de las infinitas personas

que Dios llama

a

la

bienaventuranza eterna , no hay sino

un corto número de escogidos:

Mu/ti sunt vocáti, /}auci

vero elécti.

Esta parábola tiene dos respetos: míralo primero

a

los judíos,

a

aquel pueblo escogido, tan amado y pri–

vilegiado, que fué convidado el primero

a

conocer el Me–

sías,

y asistir

a

las bodas del Cordero,

ya

tener parte en

todas

las

bendiciones prometidas

al

linage humano; pero

desecháron

y

desoreciáron todos estos graciosos convi–

tes,

maltratáron

tambien

a

los que Dios había enviado

a

convidarlos, como fué ron los profetas, Juan B:i1:1üta

y

los apóstoles, y por su obstinacion en

no

querer aceptar

los favores del cielo , obligáron al Señor

a

llamar

a

los

gentiles

a

la fe,

y a

la bienaventuranza del rey no de los

cielos '

y a

reprobar

a

aquel desventurado pueblo , hecho

por este motivo el oprobrío

y

la

execracion de todo

el

universo,

y

el objeto de la indignacion

y

enojo de

Dios.

Las salidas de los caminos denotaban bastantemente to–

·dos los pueblos gent iles , extraviados del camino de la

salvacion, en

el

mismo sentido,

dice

San

Pablo escribien-

. do

a

los romanos ' que la caída de los judíos dió ocasion

a

la salvacion de las naciones, que su cu lpa produxo las ri–

quezas del mundo,

y

que su diminucion

fué

las riquezas

de los genti les:

Delíctum illorum divítir:e sunt mundi,

&

dimimítio eorum divítice géntium.

Los que estaban convi–

dados, se han hecho indignos:

Qui

invitáti erant, non fué–

runt

digni.

¡

Quantas personas en el cristianism0

s

hacen

todavía indignas todos

los

dias

de

las gracias espirituales,

que

Dios tenia intencion

de

darlas, si hubiesen corres-

pon-