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DOMINGO DIEZ Y OCHO
El evangelio de la mLa de e. te día es del ca pítu!o
nono de San M <i teo, donde se
rtfi .! re
la
hi ~ toria
de
la
~ilagrosa
curacion
det
paralítico,
a
quien
m~ndó
Jesu–
cristo ll evase su lecho.
Habiendo
cl
xado
d
Salvador el territorio de Jos
ge–
raseno3,
donde
habia
permitido
a
una legion de
demo–
nios, expelidos del cuerpo
de
uno
u
de
dos
energúrr:e–
nos,
que
entrasen en una piara de
pu
reos,
y
que
fue–
sen
a
anegarlos, pasó el mar de Galilea,
y
fué
a
la ciu–
dad
de
Cafarnaum, pero en secreto
y
sin ruido. Sin em–
bargo,
no pudo ocultar tanto su llegada,
que al
punro
no
se supiese
y
se
extendie
.e
la
noticia
por
ro'da
la
ciu–
dacl.
Concurrió tanta infinidad
de
personas
a
él, que
no
cabian
en
1.a casa ni en el zaguan. Los
q~ scípul
que
veían tantos oyentes
juntoc;,
y
abian
que
Jesucrisco
no
dexaria de instruirles
y
·distribuirles
el
pan de
la
divi–
na
palabra ~
como acostumbraba hacerlo,
le
preparáron
una silla
o
púlpito;
y
al mismo tiempo ofreciéron asien–
tos
a
los fariseos
y a
los doctores
de
la ley
ó
escribas
que habian acudido de muchos pueblos de Galilea , de,
Judea,
y
hasta de J erusalen,
y
que hallándose en Ca–
farnaum, se alegráron mucho de poderle vei. Estando
todos
sentado~ ~
les hizo el Salvador un razonamiento
muy
instructivo
y
muy
patético sobre los principales
puntos
de
la Jey;
y
habló con tanta energía
y
uncion,
que todos
cooviniéron
en que él solo poseía
Ja
plenitud
de la
ci....r.
~ ia
y
de
la sabiduría.
Aca bado el sermon
~
le presentáron un gran número
de enfermos: curólos
a
todos
a
vista del concurso ; de
suerte,
que
j
mas se most-ró su poder mas
~estupendo
que en este lance; pero en donde mas resplandeció su
divinidad ,
fué
en la curacion de un paralitico. Prcsentá–
ronle . por entre la multitud ·un pobre hombre perlatico
de todos sus miembros , tal , que mas parecia un hom–
bre
muerto,
que
un
hombre vivo. Lleváronle quatro hom–
bres en una cama ; los quales, viendo que no podían
~tra
vesar por entre la gente ,
y
desesperando , despues de
mil vanos esfuerzos, lograr meterle en la casa, resol–
viéron baxarle por el techo ,
y
descolgarle
tn
la sa–
la·.
Ya se advirtió en otra parte, que los
techos
de
]as
casas de todo el
Oriente
eran planos ,
y
que se podía
pa-