DESPUES
DE
PENTECOST
.E~.
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sus brillos
y
resplandores
i
como pu.eden apagarse de re-
pente ,
sin que
se sienta ni
se
conozca
siqu ier a
que se ha
cegado
~
i
Puede
perderse
el
gusto
de
la devocion hasta
tenerle horror sin que el alma
eche de
ver que está en–
ferma~
Y
despues de haber ser vido
a
Dios muchos años
con fervor
y
con edificaciü"n,
i
puede uno retirarse de su
servicio sin pesar
y
sin
inquietud~
Es esta
una
cosa que
pareceda
~rn posible
si tan freqi.ientes exemplos
no
pro–
baran todos lo dias que se
puede
demasiado. La corrup–
cion del corazon
se
comunica bien presto
al
espíritu ;
se
dexa
de
pensar bien
desde el
·punto que se
dexa
de
vi–
vir bien. Quando
ya
no ·se halla gusto en Jas grandes ver–
dades
de la
rel igion , bien presto
se
las pierde
de
vista:
nunca
&t
desb2;¡·ra poco, quando despues de
hab~r
con'o...
cido
el
buen camino nos
e~ttraviamos
de él por disgus–
to. ¡Que diferencia
de
costumbres, de sentimientos
y
de
conducta, buen
Dios,
entre nna persona verdaderamen'te
devota,
y
la misma persona viviendo
en
la disolucion!
Afable, humilde, caritativa, oficiosa, ingéoua, todo esto
es una persona quando es sinceramente virtuosa. ¡Que pru–
dencia, qué cordura, qué hombría de bien en toda su
conducta! Esa señora, penetrada ántes de las grandes ver–
da~es
de la rel igion, solo hall aba verdadero gozo ·en los
exercicios de una devocion sóli da: vivía en el mundo sin
seguir sus máximas. La regularidad de sus costumbres,
su
modestia, su aplicacion al cumplimiento de sus obli–
gaciones' su afabilidad daban un nuevo lustre
a
todas sus
bellas prendas. La · envidia respetaba su virtud, la propo–
nian en el mundo por modelo de una dama cristiana. Esa
persona religiosa , al salir de su noviciado, se hacia ad–
mirar de los mas ancian9s por su exacta puntualidad,
por su tierna devocion , por su fervor , por su mor tifi–
cacion, por su modestia:
i
quien· hubiera dicho que una
virtud tan sólida babia un día de afloxar
y
desmentir–
se? Pero por haberse descuidado en reparar un made–
ro, dice el Sabio, en limpiar el tejado, en cerrar un agu–
jero, todo el edificio se ha desmoronado ; una peque,ña
rendija en el navío le
hJ
flecho padecer un triste nau–
fragio.
Obscurdtum est aurum;
ese oro tan puro ha per–
dido
todo
su valor perdiendo su resplandor.
Mutdtus
est color óptimus;
esa virtud tan pura , tan brillante se
ha