Table of Contents Table of Contents
Previous Page  150 / 416 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 150 / 416 Next Page
Page Background

140

DOMINGO DÉCIMO

bre de los fariseos, los antiguos cri tianos

ayunaban

el

miércoles

y

el viérne 'i; lo

que

todavía practican

el

ia de

hoy

muchas comunidades religiosas ,

y

muchas

pers~rnas

devotas, añad iendo

a

la abstinencia de carne del viérnes

y

sábado, la del miércoles. Yo doy la décima de todos

mis bienes, continuaba el fariseo, no solo de los frutos

mas princi pa les de la tierra, como está mandado por la

ley, sino t ambien doy por supererogacion la dé ima de

la menta , del aneto, del comino , y de las 1 gumbres

m enores. Finalmente, me distingo de los demas hombres

por mi

ex~cta

probidad

y

hombría de bien.

i

Que ha–

llais en esta odiosa ostentacion, dice San

Agusrin, que

tenga ni aun una sombra de oracion

y

de s' ,lica?

,,Ouid

rogáverit D eum, qucr?re in verbis ejus, nihil invénies.

V

ie–

ne

a

suplicar ,

y

se alaba a sí mismo :

N óluit D eum ro–

gáre : sed se laudáre.

E sto mismo hacen todos los here–

ges: vana ostentacion de regularidad

y

de

pretendida re–

forma , decl amaciónes orgullosas contra los abusos., eter–

nos lamentos sobre la re1axacion, censores in::!xorables

del género humano, pregoneros descarados de su pre–

t endida justicia

y

de su sec ta. Nada se asem ja mas

el

un

fari seo

que

un her

ge :

la misma soberbia,

el

mismo

ódio contra Jesucristo

y

sus

verdaderos discípulos, el mis–

mo espíritu de error , el mismo descaro , la misma in–

humanidad ha

y

en éstos que había en aquellos.

El pub.icano del evangelio es de un carácter harto

di stinto. Se babia quedado

a

la entrada del á rrio de los

j udíos ,

no

atr viéndose ni aun

a

levan

car

los

ojos al

cie–

lo;

y

dándose golpes

de

pechos,

el

corazon contrito y

humillado, no cesaba de repetir e tas palabras:

~eñor,

tened mi ser icord ia de

mí,

que soy

un

tan gran pecador.

E

ta señal del dolor de los pecado ,

y

esta muestra

de

penirenc·a que se da gol peándcse el pecho, no es ordi–

naria solamente en la lgl i:!sia, lo era ya en la sinagoga,

como se ve por e te pasage del evangel io. Este golpear–

se el pecho es una señal exterior de la cont ricion inte–

rior,

y

de un vivo pesa r

y

arr

pentimi

nro. Veis

aq11 í

dos súplicas bien difereoces ; pero

no

fuéron méoos

01-

ferente :; sus respectivos

efi

ctos.

El

publi

ano , dice

el Sal–

vador, se fué

a

su casa

ju

tifi cado. Dios

que

oye

con

t

n–

to

mas g usto la oracion de los humildes• quanto mi r"

"Jn