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102

D01'v1INGO OCTAVO

alianza

que

Dios ha

he'cho

con

nosotros

por medio de Je–

sucris to. No es e to decir, que este suave testimonio de

una buena concien,d a deba darno.s

una

entera

y

absoluta

certidumbre

de

nuestra justificacion,

qice el

sabio

intér–

prete

qu ·-~

hemos cita:io tantas vece. , corno falsámente se

lo imaginan los hereges: el apóstol solamente-quiere de–

cir, que la confi anza que tienen los verdadero fieles de

ser del número de lo <>

hijos de Dios , no es ni vana ni

pre, untu sa , pues .-e fun da sobre la inspiracion

y

testi–

monio del Espíritu santo. Todos aquellos

a

quienes el Es–

píritu santo da interiormen re e

s e te

stimonio, son verda–

deramente h ijos de Dios.

P~ ro

nad.ie

sabe con una entera

certidumbre que es el

E~ pírirn

santo

qu ien le e;la este tes–

timonio:

Nescit horno, ultrum amóre an ódio

dignum

J.,, ,

dice el Sabm (

E ccl.

9. ): No sabe e l hombre· si es .

i _

no de

amor

u

de

ÓL.. ÍO;

tiene, pues, razon el santo apóstol en

exhortar

a

los fiel es

a

trabaja r en

su

~a

vacion con temor

y

temblor :

Cwn metu

&

tremare v estrani salútem operá–

niini

(

Philip.

2. ).

Si somos hijos , couclu

ye

San Pablo,

tambi en somos heredero. ; heredero. d igo

d

Dios ,

y

cohe–

red-.. ros de Jesucr isto:

H ceredes quidem D ei, cohcerédes

autem Christi.

Quien nos da derecho a la

herend a

de nues·

tro padre es la augusta

qual idad

de hijos -de Dios•.

Pero

si querernos conservar este derecho es menesttr que sea–

mos hijos sumisos

y

obedientes ; pues un padre tiene de–

recho de

desheredar

a

los hijos

rebe ides ,

y

nosotros so–

lo serémos reconocidos .por verdade ros hijos d t! Dios en

quan to fuéremos con fo mes

a

la imá-Jen de Jesucristo pa-

'

d t:ciendo :

Confórmef fíeri imáginis fílii sui.

El evangelio de la misa de

este

d ía contiene la

pará~

bol a

del mayordomo, que aunque infiel

a

su obli gacíon,

pero

fué

prudente

y

astuto en hacerse amigos que pudie–

sen servirle de recurso en su desgracia. El fin de esta pa–

rábola es movernos

a

hacernos amigos en el

cielo

por

me–

dio de nuestras limosnas.

Habia un ma yordomo en casa de un hombre de dis–

fncion, decia un dia

el

Salvador

a

SU)

discípulos , el

qu~l,

habiendo di

ipado la hacienda

de

su amo,

fué

acusado

_d

~

que gastaba mal el caudal que esta ba

a

su ca i:g0. Io–

fvrmado de ello el amo, le hace venir

a

•u

pre ~ encia'

y

le

dke:

i

Que es lo que oygo decir de ti? Se me asegura que

'

has

'