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DE QUARESMA.

siguen

·éstos 1os

llevan

á

la

perdicion.

Se

verán

venir, aña–

de el profeta,

á

la Iglesia del Salvador los pueb1os mas

apartados; vendrá del Septentrion, del

Pon~e nte

y

del Me–

diodia.

i

Quien no

ve

que todas estas expresiones hablan

de

la conversion de los gentiles á

la

fe

de

Jesucristo~

Lau–

dáte

Ct'l?li,

&

exúlta terra, jubilát e mont es laudem

:

Cie–

los,

alabad ·

al

Señor, exclama

aquí

el profeta.:

salws

de alégría la tierra ,

y

los montes hagan resonar sus

ala–

banzas, porque el Señor se ha compadecido de tantos po-

" bres pueblos como se perdian, de los quales .quiere ser

él

mismo su consuelo, su salud, su salvador

y

su padre. Sin

embargo, dixo Sion: El Señor se ha olvidado de mí.

Es·

tas eran las amorosas quejas que daban los judíos en

su

cautividad,

y

éstas son tambien las que aun

hoy

dan al–

gunos cristianos en sus aflicciones

y

en

sus

penas. Pero nin–

guna cosa es de mayor consuelo que la respuesta que Dios

les da:

Numquid oblivfsci potest múlier infántem

suum~

i

Por

ventura una madre puede olvidarse de su

hijo~

i

Pue·

de no tener compasion del que Jlevó en sm.

entrañas~

Pero

aun quando se hallase una ·madre tan cruel

y

tan bárba–

ra

que

se olvidase de

su

propio hi

jo, i

PO<lria

yo

olvidar·

me jamas de vosotros?. El Señor es el

qt.Je

habla de esta suer–

te.

¡

Buen

Dios! ¡Que

impresion no

debe

n hacer estas

pala~

bras en el corazon

!

¡Que amor no deben inspirar para con

un

Dios

tan

bueno! ¡Que

confianza

para que nos vol

vamos

á

él

y

no.s convirtamos!

El evangelio de la misa de este día es una instruccion

dogmática que el Salvador hace al pueblo

y

á los fariseos

sobre su divinidad;

y

una prueba la mas sensible del en–

durecimiento del pueblo

y

de

lo~ farise~s.

El mal cora zon

de los judíos no impidió el que el Señor usase con ellos de

mas benignidad, que ellos le habian most rado de ódio

y

envidia. Les descubre los grandes bienes que estaba n en

él,

y

que venia á traer al mund,o:

Ego sum lux mundi,

les

de·

cía ,

qui séquitur me , non ámbulat in ténebris.

Yo soy luz:

del mundo: el que me sigue, no anda en las tinieblas de la

ignorancia, del error, de la infidelidad, del pecado. No

hay otro que yo que alumbre

y

sirva

de guia en el camino

del cielo. l_Seréis tan insensatos, que cerreis siempre los

ojos

á

esta luz, la qual os conduce

á

esta vida bienavenven–

turada

~

Los fariseos escuchaban atentaménte lo que el Sal-

Tom. 11.

X 3

va-