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DE QUARESMA.

grimas,

y

decirle :

i

ah., Señor

!

Si hubieras estado

a1.1uí

no hubiera muerto mi hermano.

Los

lloros de íaría

y

los de todo el

concurso

enterneciéron el corazon compa–

sivo del Salvador, en el que se advirtió una emocion

y

una

mudanza extr.afía, haciéndonos

ver

en

esto

la

parte

que

toma

en

las aflicciones

de

los

que ama. Pregunta

el

Señor:'

i

donde lo enterráron? Ven, le di xé ron,

y

mira el

lugar de s'u

sepultura. Habiendo llegado

á

ella, no

pudo

contener sus lágrimas.

Lo

que

hizo decir

á

los

judíos:

mirad

como lo amaba. Pero si Jo amaba tan tiernamen–

te, decían

otros, ¿por

que

como

dió

vi sta

al

ciego

de

nacimiento,

no preservó

á

su

amigo de Ja muerte? Los

judíos miran las lá grimas de Ji.:sucristo , dice

S3n

Crisós–

tomo,

como una prueba

de

su

flaqueza.

El

espíritu de

envidia siempre

píensa

y habla mali gnamente: las meno–

res

apariencias

le sirven de

p~etextos

para

autorizar , su

malignidad.

Vino

f

esus al

sepulcro

acompañado de mucha

gente.

Los

sepulcros

de

los jud íos

eran

regularmente

una

especie

de

gru tas

hechas

á,

cincel

en alguna roca.,

ó

de mam–

poster ía,

cuya entrada se cerraba con una

piedra

labra–

da

y

propordonad.i ·

á

la abertura.

Babia en

estas

gru–

tas muchas

celditas

ó

nichos

en

disposicion

de

recibir

ca–

da una un cadáver. EJ

modo

de sepultar entre

los

judíos,

era

cubdr

la

cab~za

y

la cara con un lienzo que se

lla–

maba sudario:

lo restante del cuerpo se envolv ía en un

paño

ó

sábana, que se apretaba

con muchas bandas des–

~e

los hombros hasta los pies. Llegado el Salvndor al se–

pulcro , no pudo ménos de dar algunos. suspiro<>,

y

aun

de bramar, no por Ja muerte de Lázaro, sino

rna~

bien,

segun parece,

por l?

mur rte eterna de

tantos

pecado res,

de qu ienes lázaro era figura,

y

singularmente ·por la in·

signe malicia

y

endurecimiento de los judím, que h:ibian

de servirse del

milagro que iba

á

obrar para resolver su

muerte-. Manda el Salvador que quiteg la piedra que cer- -

r aba el sepulcro ;

sobre lo qual, habiéndole d icho

r.~iarra

que oleria mal el cuerpo por hacer quatro di3 s que es–

ba enterrado, le rep!icó

Jesus:

no

temas~

zOO

te he di–

cho

ya

que

si

crees

verás glorificas:}o

á

Dios por

d

mas

estupendo milag ro?

Quitnda

que fué

la

piedra,

l evan1a

los ojo,s,. al _cie!o,

y

dirigiéndose

á

su Eterno Padre , le

Tom. Il.

V 3

ha:-