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DE QUARESI\rIA.

dia de la

de.licacion,

i

v

quieres volverá ella?

z

Por ven–

tura, el día, les respondió el Salvador, no tiene doce ho–

ras·?

z

Que

hay

que temer quando se camina de

dia?

Se

h a de aguardar

á

la noche para trabajar,

ó

para cami-.

nar? Los

judíos

contaban el dia desde que salia el · sol

hasta que se ponia;

y

ft>

dividian

á

imitacion de los de–

mas pueblos orientales en doce horas iguales ; pero

que

debían ser mas largas

ó

mas cortas, segun la diversidad

de las estaciones. El Salvador compara aquí la vida al día,

y

la muerte

á

la noche:

y

así como el dia tiene doce

horas completas.,

sin

que

se

pueda quitar nada de su du–

racion ; del mismo modo estando determinado el tiempo

que

yo

tengo de vivir., ninguna

cos~

puede anticipar el

momento de mi muerte. Como si dixera, que mién_tras

él vivia en este mundo,

no Je

faltaria luz,

y

que así no

temia

á

la malicia de sus enémigos, los quales bien po-

_

dian armarle lazos para ' sorprehenderlo; pero no podrían ·

quitarle

la

vida~

hasta que hubiese llegado el tiempo de–

terminado por

Dios,

y

que entónces

él

mismo se les en–

tregaría,

y

se pondría en sus manos. Despues de esto,

aña–

dió : Lázaro,

nuestro

amigo ,

duerme,

y

voy

á despertar-

lo de su sueño. Era claro que el Salvador hablaba de un

modo

fi~urado,

Uamando stieño

á

la muerte: porque,

i

que

apariencia

hay

que Jesus hubiese querido emprender

ua

viage de .dos

ó

tres jornadas para ir

á

despertar

á

un

hombre que

dormia?

Sin embargo,

Jos

apóstoles fuéron

tan simples; que creyéron que

su

divino Maestro solo ha–

blába del

sue~o

ordinario; lo que obl igó al Salvador

á

decirles abiertamente : Lázaro es muerto :

y

gózome ,de

no haberme encontrado allí ·; porque el milagro que voy

á

hacer resuciLándolo,

va:

á

hacer . mas pura

y

mas

fir- ·

me

la

fe

que teneis en

mí.

A estas

palabr~s

fuéron asal–

tados los apóstoles de

un

gran temor,

y

quedáron como ·

ínudos: solo Tomás viendo que el Salvador estaba dett'r·

minado

á

partir,

y

llevar

consigo á los que tuviesen alien-

to para seguirle, dixo

á

sus compañeros: vamos tambien

nosotros.,

y

si es menester muramos con él.

Pasma

d

que

á

una resolucion tan generosa se sigui t" se una fe tan dé–

bºl

y

tan vacilant.e, como la que se vió

de ~ pues

en este

apóstol. Lo que nos hace dignos discípulos de Je"ucri , to,

no

es uno

ú

otro

transporte pasagero, sino una caridad

V

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