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DE

QUARES~A.

t47

sus ojos,

y

que la magestad divina se hubiese dexado ver ·

en su cara. Sin embargo, tuvo

á

bien responderá su pre–

gunta demasiado atrevida , por medio de una prediccion

que debia demostrar su divinidad,

y

la qual sola valia por

todos los mas grandes prodigios. Destruid e te templo, les

dixo (es

á

saber, despues que lo hayais destruido, porque

-es un

modo

hablar comun de la Escritura servirse del

imperativo para expresar lo que ha de suceder): vosot ros

lo destruiréis,

y

yo lo reedificaré en tres dias. Era del tem–

plo de su cuerpo del que Jesucristo hablaba: de aquel tem·

plo tan sagrado que los judíos habian de echar á tierra ha·

ciendo morir al Mesías, y que el Mesfas resucitando tres

dias despues por su propia virtud, había

de

levantar.

El

milagro

de

su resurreccion,

el

qual solo demostraba mas el

soberano poder,

y

la divinidad de Jesucrisco que todos_Ios

otros, era la respuesta que daba ordinariamente

á

los que

le preguntaban sobre su persona. Ninguno de los asistentes

comprehendió entónces este misterio: lo<; mismos discípu–

los no lo entendiéron sino despues que lo viéron cumplido.

Los

judíos

creyéron que hablaba del templo de Jerusalen,

reedificado por Zorobabel, y que no se acabó de perfec–

cionar sino despues de quarenta

y

seis

añ<?S :

esto es lo que

. hizo decir

á

los judíos : quarenta

y

seis años se ha tarda–

do en edificar este templo,

i

y

dices

que en

tres

días

lo

reedificarás?

Habiendo el Salvador permanecido en Jerusalen toda

"la

octava de Pascua,

hizo

muchos milagros, los que

fué–

ron causa de que muchas personas

creye~en

en él; entre

- otros Nicodémus. Era este un senador de la ciudad, y uno

de los que componian el sanhedrin,

ó

el gran consejo de

Jos judíos.

Se

dice que era sobrino de G ama liel, baxo el

qual San Pablo babia hecho sus primero. estudio ántes de

su conversion. Las instruccion"es del hijo de Dios

y

sus mi–

lagros lo hiciéron muy

cé~ebre

en Jeru alea

L~o

se

habl~ba

de él sino con admiracion: todos lo miraban como á

un

gran proft!ta: este era el sentimiento del púb i o; pero el

Salvador, que conocia

á-

fondo el corazon de lo hombres

y

su incon:;tancia, contaba poco sobre toda<;

e:. ta~ demos~

traciones

de

aprecio

y

de

veneracion, sabiendo bien, que

la

mayor partr

de

los que lo admiraban

y

ensa lzaban mas

entónces,

pedirían

su muerte

dentro

de pocos

días. Tal e.:.

Q4

aún