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habebit ,
&
álterum díliget.
O aborrecerá al uno,
y
amará
al otro;
ó
si
respeta
á
aquel,
despreciará
á
é_, te.
El
e va ngelio
de la
misa de es te
dia
cuenta
el
ze1o con
que el hijo de Dios reprehendió
á
los
que profanaban
el
tem–
plo
con su
tráfico,
y
a r rq jÓ
á
los que hacían
de él
un mer–
cado,
y
un
lugar de cambio.
No
hacia mas
que
tres semanas que el Salvador
había
empezado
á
darse
á
conocer al público por sus
predica'cío–
nes
y
sus mi lagTos ,
quando
acercándose
Ja fie
ta
de
Pascua,
que
era Ja
mas
ol~m ne
dd
año, déxó la ciudad de
Cafar–
naun, doode moraba
a1gun
tiempo
habia,
para
ir
á
Jeru–
sa len
á
celebrar esra fiesta.
Bien
podia J esus, como supre–
mo ltgis lador, dispensa rse de
esta
Jey;
pero
queriendo en–
señ unos aun mas con
~u
exemplo, que con sus palabras,
fué
de
los
primeros que se halláron
á
Ja
solemnidad, ense–
ñándonos con sro lo que
debemos
hacer
noso tros. Como
el
t em plo
era
siempre su primera estacion, se
fué á
él;
y
ha–
biendo entrado, ha1ló en
el
mismo lugar en que
el pueblo
t enia
.s u
costumbre de orar
y
adorar al Señor varias mesas
puts ta
para los cambiantes
y
mercaderes, que vend.ian bue–
y es •
carneros
y
palomas,
que
servian
de
víctimas para
los
sacrificios.
Los sacerdotes tenian su lucro en este tr áfico;
y
por un vil
y
soez interes toleraban que
se tuviese
esta
fe-.
ria
en un lugar tan santo. qual era el átrio exterior del tem–
plo,
donde
d
pu
blo oraba
ordinariamente. Al ver
el
Sal–
vador
m1a
prúta nacion tan
e candalosa de la
casa de
Dios,
se inflamó de un sanco
zelo;
y
olvidá .dose
(si es
permiti–
do ha blar así) de su mansedumbre
y
de su
paciencia
en es–
ta ocajon , mostró s.u
indjgna~ion
contra aquella
tropa sa–
cr flega que deshonoraba el mas augusro
y
mas sanco tem–
plo
que ha habido
jamas
en
el mundo: tanto importaba que
se supiese
con
qué severidad castigará Ja justi
fa
divina
á
los que no tienen el debido respeco
á
las cosas
santas.
Jun–
tó
algunos
cord~Jes
que encontró en tierra,
é
hizo de tl!os
una
e,
pecie de
a~01e,
ue en aquella
mano capaz
de
hacer
temblar al cielo y
á
la tierra, pareció tan terrible ,
que
!Je-..
nó de terror
á
los
que profanaban la casa de D ios.
Acrojó
de aquel h.Jgar
sagrado,
primerameramente
á
Jo
me~cade
res
de bueyes
y
de
carneros,
y
despues á
los
cambiantes,
cuyo d inero arrojó por tierra, como tambíen sus me . as
y
· bancos. Con mas blandura trató á Jos que vendian palomas:
Tom. 11.
Q
3
no
DE QUARESMA.