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DE QUARESMA.

recurrió

á

Dios, en quien únicamente ponia toda su con-

,

fi

inza. i'!o fué vana e ta confianza; pues quando iba á ser

cercado

y

og·

o, foé on

á

avisar á Saul que los fili steos

habian

h

cho una irrupcion en el pais ,

y

que iban

á

hacer-

se dueño de a capital. Saul abandona al punto su empre-

sa , y se vud

v

para rechazar á los filisteos. En el presen-.

te salmo explica D vid el em arazo en que se babia halla–

do, y

11

gran confianza en el socorro de Dios,

á

quien da.

grac1·

s

por h

1berlo

librado de tan inminente peligro con–

tra

toJa

:J P

rienda. Pongamos toda nuestra confianza en

_ D ios,

y

~l

S"ñor sabrá ponernos al abrigo de la maligni–

dad de lo.9 nombre • Los zifeos eran sus hermanos; pero lo

vea en desgr ..ida de su rey,

y

esto basta para hacerse sus

enemigos

y

serle traidores. La buena fe no reynará j1mas

en el mundo: no se puede contar seguramente sino

coa

Dio<1.

La epfatola de la misa de este

dia

cuenta la historia

dd

juicio de Salomon entre aquellas dos mugeres que litigaban

sobre un niño de quien una

y

otra decian ser madre: nin–

guna cosa da uua idea mas cabal de la sabiduría de Salo–

man que este hecho.

Dos mug res que vivian en una misma casa,

y

que la

Escrimra califica de mugeres de mala vida (algunos in–

térpretes creen que no se .las da este nombre sino porque

ho ' pedaban

á

los forasteros), viniéron

á

echarse

á

los pies

del

rey

y

pedirle justicia. La una acusaba

á

Ja otra. de que

babia ahogado

á

su hijo durmiendo , habiéndolo acostado

en su cama junto

á

ella,

y

que lo había puesto secretamen·

te

á

deshora de la noche en lugar del su yo que estaba vivo

y

sano,

y

que se lo habia quicado

y

llevado

á

su cama. La

otra defendia, que el hijo que vivia era de ella,

y

que quan–

to decia su compañera era una falsedad. Los n iños no te–

nían sino algunos meses,

y

eran casi de una misma edad.

Cada una defendia su causa con calor: no fal aban razones

es~eciosas

por una

y

otra parte,

y

cada una autórizaba lo

que decía con las lágrimas.

~l

rey todavía jóven, pero que

acababa de recibir de Dios el don de la sabiduría que le

babia pedido, comprehendió desde luego, que para descu–

brir la verdad no se debia atender á los lloros, ni

á

las pa ..

labras de las dos madres; no habiendo cosa mas equí vo

y

ménos significativa que las palabras

y

las lágrimas de una

Q2

mu·