QUARTO LÚNES
muger ir ritada : que . olos los sentimientos maternos, q e
no se pueden ahoga r ni dis imular, podian acl arar el hecho.
H ab iendo oido los clamores
y
las razones de una
y
otra
part , sin poder determinar nada sobre la verdadera ma–
dre del niño, sobre que se litigaba, hace que le traygan una
espada ;
y
habiendo llamado
á
uno de sus oficiales,
le
mandó
CJUe di vidiera en dos partes al niño que estaba vivo,
y
que
diera la mitad de él á cada una
pe
las mugeres que lo d'i pu–
taban,
y
decían ser cada una su madre. A esta sola propues–
ta, la que era verdaderamente madre del niño, se horrori–
zó,
y
estremeciéndose sus entrañas de ternura por su hijo,
exclamó por uno de aquellos movimientos
y
transpo rtes,
que la simulacion no es capaz de imitar,
y
qne la narnra-
.leza no era capaz de omitir.
¡Ah.
Señor! Os·suplico no rµa–
teis al niño: consiento en que se le dé vivo
á
m1 rival. Es–
ta al contrario, por en maligno despecho
y
una sel:reta en–
vidia de ver que su compañera perdiese á su hijo, como
ella babia perdido el suyo, dixo: ni cosa m s ju"ta que la
sentencia del rey. Pues no se , abe á quién -de nosotras dos
perteuece el niño, que no se dé ni á mí ni
á
ti,
sino que se
divida como manda el rey. Salomon, conoc'endo por esta
diferencia de sentimientos quál era la verdadera madre,
pronunció sin detenerse la sentencia ea favor de la prime–
ra,
y
la entregó su hijo. Todo ·Israel admiró el discerni–
miento del
rey,
y
la equidad de la sentencia: no hubo quiert
n
concibiera una gran estimacion
y
respeto hácia él : to–
dos bendecían
á
Dios por haberle dado un
rey
en quien ba–
bia puesto tanta sabiduría para hacer justicia. Por arcificio–
so
que sea el disimulo, por mas que se disfrace la falsa pie–
dlld, no es capaz de imitar largo tiempo
á
la
verd~dera
vir–
tud; es preciso que
se
descubran bien pronto el artificio
y
el disfraz. La verdadera piedad, así como la narural eza,
tiene un carácter
y
unas facciones , que no se c pi an sino
muy imperfec tamen te. La falsa virtud ama la
divi ~ ion,
no
sirve
á
Dios sino con temperamentos,
y
reservándose
siem–
pre alguna cosa. Se qu'ere servir á
Dios;
pero no se quiere
desagradar al mundo. Dio
y
el mundo son dos señores
muy
contrarios: no importa, el falso devoto quiere servir á en–
trámbos. La verdadera virtud aborrece toda division: sabe
que es imposible servir á un mismo tiempo
á
estos dos se–
ñores,
y
nunca
pierde de
vista
e~te
oráculo:
Aut unum ódio
ha-