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DE QUARESMA.

253

lugar santo

?

Bien podemos nosotros decir :

/7iri N inívi–

te surgent in judício clim generatióne hac,

&

condernná–

bunt eam.

Sí ; señores : los paganos , los turcos , los here–

ges de todos los siglos se levantarán el d ia del juicio con–

tra tantos fieles,

y

los condena rán. Modestos basta el ex–

ce ~o,

circunspectos hasta tocar en la su persticion en unos

templos profanos, donde no podian ofrecer sus votos

y

su incienso sino al demonio;

y

esto solamente porque es–

tos templos eran unos luga res que su su persticion dedi–

caba

á

los ídolos. La sola nocion de templo, la , ola idea

de religion ha inspirado á las naciones, aun las mas bár–

baras, esta religiosa modestia.

i

Es posible que so1os los

cristianos, que solos

los

fi eles han de faltar

á

una tan jus–

ta

y

tan necesaria obligacion? El cuerpo

y

Ja sangre de

Jesucristo sobre nuestros altares,

y

toda la magestad del

Dios vivo que vamos

á

adorar á nuestros templos , no

han de ser bastantes jamas para inspirarnos un culto res–

petoso? ¿Tenemos

n ~·cesidad

de otra religion que la nues–

tra para que nos obligue

á

tributarle

á

Dios los honores

que merece?

i

Por vemura no nos instruye ba tante

.la

fe

cristiana sobre este punto capital de la religion

~

Nues–

tra razon ciene que violenh rse mucho guando quiere con–

cordar nuestra conducta con nuestra creencia, por lo to–

cante

á

este artículo:

y

ninguna cosa choca tanto, nin–

guna conmue ve

y

alborota tamo el espíritu de -los infie–

les , como 1

ojr

lo que los cristianos creen de nuestros

divinos mis terios,

y

ver la indevocion, la indecencia, la

inmodestia, se puede tambien decir, la irreligion con que

se ve asisten

á

ellos estos cristianos. Nuestras iglesias son

la casa del Señor, tan augusta por la magestad del Dios

que se adora en ellas, tan santa por la adorable víctima

que <;:ada dia se sacrifica, tan venerable po·r los vo'tos que

se hacen á Dios vivo, tan respetable, en fin , que los mis–

Il!ºs áogel tts no se presentan sino con un profundísimo

.respeto: los demonios no se atreven

á

acercarse,

y

has–

ta los paganos no entran en ellas sino con temblor ,

y

con aquella modestia que inspira la razon sola. Los

cris–

tianos de nuestro dias son !os únicos que tienen el des–

caro de llevar su impiedad hasta el santuario,

y

de no

presentarse las mas veces en nuestras iglesias sino para

profanarlas,

y

para jnsultar ,

por decirlo

así,

al

Dios

que

ado-