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DE QUARESMA.

cati8nem

mea1n:

lniénde. mihi,

&

exáudi

me.

Oíd,

Dios

, mio, mi oracion,

y

no desecheis mi deprecacion: dignaos

mirar el estado en que estoy,

y

no me negueis la asistencia

que

o"s

pido:

Contristdtus surn in exercitatione mea:

&

conturbátus sum.

A

voce

inin2fci,

&

a

tribuürtione pec–

catoris,

continúa el profeta: mi espíritu no me trae

á

la

imaginacion sino objetos tristes

y

melancólicos: los

gritos

de mis enemigos, la vista de los pecadores que se han uni–

do

para perseguirme, me tienen conturbado

en

extremo.

Este salmo en el sentido figurado conviene perfectamente

á

Jesucristo. David destronado ,

y

echado de Jerusalen,

representa

al

Salvador, desechado ·,

y

condenado

á

muer te

por los judíos. Absalon

á

la frent e de los rebeldes es

fi–

gura de los sacerdotes, sublevando el pueblo contra el Sal–

vador; finalmente, la traicion de Aquitofel , que hace 'e1

as.unto de todo este salmo, representa la de Judas.

Así

la

Iglesia empieza la misa de este dia por los dos primeros ver–

sículos de este salmo 54. Conforme se va acercando el tiem–

po

de

la

pasion , la Iglesia toma

de la

Escritura

lo

que

t ie–

ne

mas relacion con ella,

y

este salmo es una expresion

tan viva y tan semejante de la pasion de Jesucristo, que

San Atanasio

y

Eusebio creen que David en el triste esta–

do en que se hallaba, tuvo un claro conocimiento de

ella;

y

que los términos·tan vivos

y

tan enérgicos de que se sir–

ve, eran efectos del extremado dolor que sentia al con–

siderar los tormentos que el hijo de Dios habia de padecer

un

dia

de parte de los judíos,

y

en

la misma Jerusalen.

Como

en el evangelio de la misa de este día Jesucri

to

echa en cara

á

los judíos el menosprecio que hacían de la

ley,

que se gloriaban haber recibido de Moyses ; la lgle–

sia ha elegido para la epístola el pasage del E xódo, en

que Dios hace saber

á

Moyses, que el pueblo que babia

llenado de beneflcios,

y

en favor del qual acababa de ha–

cer tantos prodigios, se habia olv'idado de él,

y

lo babia

m,.nospreciado, hasta substit tür en su luga r un bece rro de

oro,

y

esto al tiempo mismo en que le daba su ley en el

monte.

Habiendo vuelto

á

subir Moyses

á

lo mas a to del monte,

de donde le habia sido preci o baxa r para intimar al pueblo

la voluntad de

Dios,

y

asegura rle de su proteccicn, le

decla·

ró el Señor sus mandamientos: le dió diversas fórmulas de

Tom. II.

R

jus-