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--192

TERCER VIERNES

tenia una

comida

harto

mas de su

gusto'

que

la

que

ellos

le presentaban ,

y

que le daba mas vigor; lo que hizo de–

cir

á

los discípulos:

i

Por ventura le ha traido' alguno de

comer

1

i

Queréis saber, les añadió entónces, quál ·es es–

ta comida de que

yq

me alimeoto

~

Es hacer la vol.untad

del que me ha enviado,

y

perfeccionar su grande obra, que

es la salvacion de los hombres: quiero que vosotros tra–

bajeis en _ella conmigo : es muy abundante la mies en

que he resuelto ocuparos,

y

hay mucho que trabajar. Qui–

zá me diréis que todavía faltan quatro m€ses hasta la sie–

ga ;

y

yo os digo, que la siega está ya

muy

cerca. Tended

la

vista por todos los pueblos de la tierra: este es el campo

que os está destinado : lo veréis tan pronto

y

tan en s'1-

zon para la siega espiritual de que

os

hablo, como lo es–

tán los campos para la siega ordinaria quando los panes

amarillean

y

están dorados. Todos los que trabajan en

esta especie de siega, son recompensados: así el que siem–

bra como el que siega; cada uno tiene por qué alegrarse.

Yo

os

envio á segar,

y

á

hacer la cosecha en las tierras que

no habeis labrado, ni tampoco sembrado. Los que os pre–

cediéron ; quiero decir, los patriarcas , los profetas ,

los

doctores que Dios dió

á

su pueblo para instruirlo_, lo cul–

tiváron, y lo dispusiéron para que recibiera bien v'uestras

instrucciones,

y

se aprovechara de vuestros cuidados.

Miéntras que el Salvador

ins~ruía

de este modo

á

sus

discípulos , los habitantes de Sicar,

á

quienes la Samarita–

na lo había anunciado, contándoles de él tantas maravillas,

corriéron en tropas hácia él: su

ay

re, su modestia, su afa–

bilidád, sus palabras, todo les confirmó lo que· la Sama,

rhana les había dicho. Habiéndole suplicado

y

obtenido

de él que se detuviese dos dias en su

dudad,

no bien lo

hubíéron oido, quando casi toda la eiudad creyó en él •.

'Y

a

no por lo que nos ha dicho creemos que este hombre

es'

el Mesías, decian á la Samaritana: lo

qMe

hemos ·oido no–

sotros mismos de su propria boca, no nos permite .dudar

ya ,

que sea el Sal yadór del mundo, que así los judíos como

nosotros estamos esperando.

No debe admirarnos, dice San Agustín-, el que

,la~

Sa

1

maritana no hubiese €ompr.ehendido q'!-111 era el aguar

de

que Jesucrism le hablaba, pues los .mismos discípulds tam–

poco comprehendiéron quál era la. comid•a que les

decía;

t

iPe-