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TERCER VIERNES
tenia una
comida
harto
mas de su
gusto'
que
la
que
ellos
le presentaban ,
y
que le daba mas vigor; lo que hizo de–
cir
á
los discípulos:
i
Por ventura le ha traido' alguno de
comer
1
i
Queréis saber, les añadió entónces, quál ·es es–
ta comida de que
yq
me alimeoto
~
Es hacer la vol.untad
del que me ha enviado,
y
perfeccionar su grande obra, que
es la salvacion de los hombres: quiero que vosotros tra–
bajeis en _ella conmigo : es muy abundante la mies en
que he resuelto ocuparos,
y
hay mucho que trabajar. Qui–
zá me diréis que todavía faltan quatro m€ses hasta la sie–
ga ;
y
yo os digo, que la siega está ya
muy
cerca. Tended
la
vista por todos los pueblos de la tierra: este es el campo
que os está destinado : lo veréis tan pronto
y
tan en s'1-
zon para la siega espiritual de que
os
hablo, como lo es–
tán los campos para la siega ordinaria quando los panes
amarillean
y
están dorados. Todos los que trabajan en
esta especie de siega, son recompensados: así el que siem–
bra como el que siega; cada uno tiene por qué alegrarse.
Yo
os
envio á segar,
y
á
hacer la cosecha en las tierras que
no habeis labrado, ni tampoco sembrado. Los que os pre–
cediéron ; quiero decir, los patriarcas , los profetas ,
los
doctores que Dios dió
á
su pueblo para instruirlo_, lo cul–
tiváron, y lo dispusiéron para que recibiera bien v'uestras
instrucciones,
y
se aprovechara de vuestros cuidados.
Miéntras que el Salvador
ins~ruía
de este modo
á
sus
discípulos , los habitantes de Sicar,
á
quienes la Samarita–
na lo había anunciado, contándoles de él tantas maravillas,
corriéron en tropas hácia él: su
ay
re, su modestia, su afa–
bilidád, sus palabras, todo les confirmó lo que· la Sama,
rhana les había dicho. Habiéndole suplicado
y
obtenido
de él que se detuviese dos dias en su
dudad,
no bien lo
hubíéron oido, quando casi toda la eiudad creyó en él •.
'Y
a
no por lo que nos ha dicho creemos que este hombre
es'
el Mesías, decian á la Samaritana: lo
qMe
hemos ·oido no–
sotros mismos de su propria boca, no nos permite .dudar
ya ,
que sea el Sal yadór del mundo, que así los judíos como
nosotros estamos esperando.
No debe admirarnos, dice San Agustín-, el que
,la~
Sa
1
maritana no hubiese €ompr.ehendido q'!-111 era el aguar
de
que Jesucrism le hablaba, pues los .mismos discípulds tam–
poco comprehendiéron quál era la. comid•a que les
decía;
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