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TERCER

VIÉRNES

cesidad de venir

en

adelante

á

sacar agua

de

este pozo

con

tanta incomodidad ,

y

para que no tenga sed en toda mi

vida.

El

Salvador queria que

desear~

la gracia que

le

que–

ría concedl;!r

i,

y

que se la pidiera. Dios no nos con vierte

jamas no queriendo nosotros. La verdadera voluntad de

de

convertirse es siempre una disposicion necesaria

pa–

ra una conversion eficaz. Deseaba

J

esus dar á la Samarita–

na la fuente de .gracia viva que le ofrecia; pero queria dis–

ponerla á hacerse djgna de ella por la confesion ,

y

el do–

lor de 'sus pecados , y por el conocimiento del Mesías. Es–

toy

pronto

á

darte lo que me pides , la dixo el Salvador;

pero ve, llama

á

tu marido para que participe de la gracia

que te quiero

hacer.

No tengo marido, respondió

la

muger:

has dicho bien, repli ó el Salvador, porque

el

hombre con

quien a ctualmente v ives, no es mas

lU

ma rido, que

Jos

otros cinco con quienes has vivido, como si hubieran

sido

tus maridos legítimos.

Así

exp>lica t!Ste pasage

San

Crisós–

tomo.

A

e

tas palabras quedó absorta

la Samaritaha ,

y

no

tuvo que responder ; pero

la vergüenza de

ver

descubier–

tos st1s

de~ó rdenes,

y

el ver qu'e la recon\)enian con ellos,

la

hizo

desviar

con nabilidad

Ja

conversacion. Señor, dixo,

conozco

que

eres profeta ,

y

nadie es

mas

capaz que

de resolvt.!rme una qüestion, que ha infinito tiempo divide

á

los judíos

y

samaritanos en punto de creencia.

Es

cier–

to qut! nuestros padres siempre han adorado á Dios en el

templo que está edificadó aquí sobre el monte Garicin, so–

bre

d

qual

se

dice que Abrahan quiso sacrificar á su hUo,

y

que Jocob erigió un altar á la vuelta de su viage de Meso- '

potamia:

y

vosotros los judíos decís, que no se le

debe

adorar sino en el templo de

J

erusalen.

i

Por parte de quié–

nes está el engaño '? El Salvador, que conocia muy bien

q ue esta muger por sus qiiestiones, fuera de propósito, so–

lo buscaba como entretenerlo,

y

no dar lugar

á

la qües–

tion principal ( pintura

fiel

de una alma

pecadora~

á

quien

la

gracia persigue· ,

y

qut! pretende t!Vadirse de la gracia ),

no

la abandona ,

ni se enfada con ella ; ántes bien con una

dulzura

y

una amable condescendencia responde

i

sus pre–

guntas artificiosas; pero responde instruyéndola sin per–

der de vi: ta su fin, que es la conversion

y

la salvacion de

esta pecadora. Creedme, la_dice, ha llegado el

tiempo en

que