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AÑO CHRISTIANO.

estorbos. Tres errores reynan en el mundo acerca de la

sant idad que entibi an el fer vor de los cpristianos, que los

quitan,

ó

por lo ménó ' los embotan el deseo de ser san–

tos, tanto en

d

estado

r

l igioso, como en el secular. Por

mas que se diga, e · cierto que se estima poco en el mun–

do

.Ja

sanUdad.

Re ~ pé tame

f es a

í)

aquel os hombres vir–

tuosos

del

tiempo pasado, cuya m moria veneramos; pe–

ro

no sé por qué caprichosa t xtravagancia se mi ran con

de~pr

cio los v ir uosos del tiempo presente. Trátanse co–

mo

a

unos pobres simples

a

los que abrazan el part ido

de la devocion, y hacen pública profesion de seguirle. En

med io de

·e

o

no

hay mejor p.rueba de un entendimien to

sólido , excelente , su pe rior, que esta hambre, E-sta ardien–

te sed por la sant idad. Luego que el E spíritu san to de–

clamó

en

la Escritura la vanidad de las ocupaciones

de

los

hombres, acabó con estas palabras :

Deum time.,

~

mandáta ejus serva, hoc est erzim onmis horno.

Teme

a

Dios,

y

gua rda sus mandamientos, porque esto es ser verdade–

ramente hombre.

Si

se fórma ra verdadera idea y concep–

to claro

del

don mas excelent e entre todos los dones de

Dios,

ninguno dexar ia de aspirar

a

la santidad con aquel

ardor, on aquel ansioso deseo' que nos quiso significar el

Sal

vado~

del mundo por las expresiones figuradas de ham–

bre

y

sed de la j ús t icia. Ya sé considere al hombre con

respecto

a

Dios' que

es

su prinGi pio

y

su fin : ya se le

mire con relacion al comercio

y a

la sociedad civil, cu–

ya parte constituye: ya se -le atienda con reflexíon

a

mi mo

de

quien es responsable ; n

o se

hallará cqsa mas

grande ni mas digna de ocuparle q.ue el cuidado de su

sati foccion. Todos estamos en el mundo unicamente para _

conocer

a

Dios ,

para amarle

y

para servirle: no

.fu imos

criados, no lo pudimos ser para mas alto fin. Toda nues–

tra grandeza consiste en agradarle: esto solo se consigue

por medio de la sant idad:

e lla

sola nos merece su apro–

bacion

y

su gracia:

ella

sola nos comunica el mérito ver–

dadero: e11a sola nos hace respetables

a

los hombres

y a

Jos ángeles : ella sola nos puede

ha«;.er

eternamente dicho–

sos. Y con todo eso no es la santidad el objeto de nuestros

deseos ,

de

nuestra ambicion

y

de todas nuestras

ánsias!

PUN· .