AÑO CHRISTIANQ;
dad con su martirio, en que se compitiéron
la
astuda
y
barbaridad de Daciano en inventar tormentos,
y
la for–
tal za de Vicente en superarlo$, sino tambien
a
la ciu–
dad de Valencia , que
fué
glorioso teatro de su triun–
fo. A este martirio añadió el de diez
y
ocho ilustres
varones, llamados Quimiliano, Matutino, Urbano, Faus...1
·to, Feliz, Primitivo, Cecíliano, Froncon, Apodemo, Ca–
siano , Públio, Marcial, Succeso, Genaro, Euboto, Optato
Lupercio
y
Julio. Pareciéndole poco haber ensangrentado
las manüs en los robustos varones, extendió su cruel–
dad
<l.
las delicadas doncellas, martirizando
el
la sagrada
vírgen Engracia, quien con un valor superior
a
su sexo su–
frió que la rompiesen todo su cuerpo con tal inhuma–
nidad, que la cortáron enteramente un pecho,
y
en los gar–
fios de yerro salió una parte del hígado, la qual guardáron
los christianos por mucho tiempo,
y
Prudencia qsegura ·ha–
berla visto él mismo.
Todas estas victorias que
~onseguian
los christianos
del iniquo jUez, consternaban
a
éste ,
y
casi le reducian
a
la desesperacion viendo frustradas sus esperanzas. Por
una parte, veía que los emperadores no podían quedar ser-·
vidos, segun lo magnífico de s'us promesas ,
y
por otra
ad ver tia en los. chrisrianos tal firmeza en su religion , tan
fundada solidez en sus principios ,
y
constancia tan in–
victa para sufrir los mas horrorosos tormentos, que por
todas partes le parecia imposible salir con lucimiento en su
bárbara comision. Por tanto, viendo que los medios comu–
nes
y
usadós producian
d~biles
efectos; apeló
a
la
astu–
cia
y
al artificio:
y
a
la mucha que tenia Daciano ,juntó to .
da la suya el espíritu infernal que le animaba. Resuel- .
to
a·
poner por obra un diabólico proyecto que había
meditado ,
y
en que estribaba el último r curso de su
ferocidad , llamó
á
todos sus soldados
y
ministros
~
y
quando los tuvo presentes ,
les habló de esta manera:
\<Por mas que hemos hecho,
ó
valerosos soldados de
nuestros invictos emperadores, para vencer, destruir
y
ar-·
rancar la supersticion de los christianos, y borrar, si fue–
se posible, de todo nuestro imperio tan infame nombre., ve–
mos con dolor que nuestras diligencias, nuestros tormen–
tos.,
y
aun la misma muerte, léjos de intimidarlos
y
ha–
cerlos mudar sentencia, no .sirven de otra cosa que de con-
fi-