ANO CHRISTIANO.
de
~no
vivo. Par.a lograr mejor este fin
~
luego que
se
haya
verrfica~o
la salida
de
todos, m.andare cerrar las ·puertas
de
la
cmdad ,
y
de
este modo , aquellos miserables que
huyesen
de
vuestros aceros, no encontrarán en ella asi–
lt>,
sino que serán precisamente.
víctim~
de vuestras espa–
das.
De
esta manera quedarán exterminados los christia–
nos,
vengados nuestros dioses,
y
nuestros emperadores ser–
vidos.''
Un <;liscurso semejante no podía ménos de ser recibido
con
aplauso por una gente criminal
y
bárbara. Todos
li–
sonjeáron
él.
Oaciano con la oportunidad
y
grandeza del
.proyecto , y todos
se
ofreciéron a ser sus fieles executores.
Repartiéronse, inmediaramente por la ciudad pregoneros
que publicasen el decreta, el qual fué oido
de
todos los
€hristianos con suma complacencia, pensando que cesa•
ha en parte la persecucion,
y
que en qualquiera otro pueblo
les sería permitido el libre exercicio de su religion sacro–
santa. Mas cuidadosos de esto , que de recoger los bie–
nes terrenos que poseían,
a~aadonáron
sus casas inme–
diatamente,
y
saliéron de la ciudad por la puertas oc–
cidentales, que eran las únicas que estaban abiertas. Causa–
ba lástima ver una tropa innumerable de hombres_
y
mu-·
geres de todas las edades , que llenos de alegría cami–
naban
a
su parecer
a
un destierro' siendo cierto que tenían
la muerte tan cercana. Los ancianos se daban priesa
el
andar ,
sustentando los trémulos miembros en robustos
báculos ' temerosos de que pudiesen hacer falta
a
los chris–
rianos su maqurez
y
sus consejos. Los jóvenes regocijados
a.bandonan sus casas , teniendo en mas precio conservar·
la fe que habian recibido
de
sus mayores, que todos los te- ·
soros del mundo. Lás débiles mugeres, fortalecidas por una
virtud superior
a
su sexo, iban con gusto, sin que los
~amen- ·
tos de los tiernos infantes que colgaban
de
sus pechos
fue–
sen parte para quebrantar
su
entereza. De todos ellos se
formaba una multimd tan innumerable, que no parecia
sino que babia salido toda la ciudad de Zaragoza. Pero lo–
mas admirable
es
,
que aquella santa multitud abandona–
s-e sus casas
y
sus haberes con tanto regocijo
y
alegría,
que entre todos ellos no se oía otra cosa que aquel
cántic~
de los ·ángeles:
Glória in excélsis Deo., et in terra pax
hominibus
bpme
voluntátis.
Al tiempo .que iban cantando
es-