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AÑO CHRISTIANO•
.do el tiempo
4e
insultar de esta manera
a
la
muerte.
To-
.. do lo que ahora podemos hacer
es
procurar que no nos
sea tan temible, disponiéndonos
a
una buena muerte por
medio de una buena vida.
N0
hay otra cosa que sea supe–
rior
a
la fuerza,, al aguijan y
a
los terrores d la muerte sino
Ja santidad
y
la virtud. Solamente los Santos,
<l
vista de la
tranquilidad y de la alegría con que mueren, pueden pre–
guntar
a
la muerte; dónde esta su victoria , y dónde está
su aguijan.
Su
punta solo la embota la virtud christiana;
tambien con la mortificacion se crian callos, por decir–
~º
así, para no sentir. el aguijan ·de la muerte ; pero
al
contrario , el regalo y
la
sensualidad le aguzan
m1s ,
ha–
ciendo al mismo tiempo al alma mas sensible. El peca–
do
causó la m9erte ,
y
el pecado es el que la hace tan te-
- merosa. Si se nos pone delante sin el pecado , se la ve
venir sin susto, porque viene, digamoslo
así,
desarmada.
O,
qué
afectos tan diversos
excita
su presencia! Los
San–
tos saltan de gozo quando se va arrimando
a
ellos; pero
solo su pensamiell'to , sola su memoria llena de c rueles
sobresaltos
i
los disolutos '
a
los imperfectos y
a
los
mundanos.
La fuerza del pecado es la ley
,
dice el
A
pós–
tol : muy corrompido debe estar el corazon del hom–
bre quando la misma ley que prohibe el pecado, pa–
rece que le comunica nuevos atractivos ,
y
las mismas
' penas
a
que Se eXpOnf! el que le COlUt!te, le hacen al
parecer mas delicioso. Pero habiendo vencido
a
la muerte
Jesu-Christo nuestro redentor , solo puede espantar
él
las almas rebeldes ,
y
los hijos de Díos tendrían poca
razon para temer un enemigo vencido y desarmado por el
dueño .
a
quien sirven,
y
·por el padre
a
quien aman.. Es-::
tando seguros de la victoria,
qué
hay que
temer~
Ni quién
nos puede quitar que gocemos con tranquLidad · de
la
gloria y del fruto
~
Pero
ºº~ ;
aunque nuestro enemigo
, esté
ven~ido
, no está aniquilado. Puede cog .rnos de sor–
__\ ·presa .;
y
puede hacer pedazos en nuestras mismas manos
la palma que Jéu-Christo nos cortó: es necesario , pues,
estar siempre alerta contra sus repentinas eavestidas,
teniendo presente que solo el . pecado
debe
hacernos
te–
mer la muerte.
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