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D'

1 A

X 1 I I.

2 l

7

mayores enemigos del Estado. No ignoras que la Nad an de !or

Godos comenzó á florear

desd~

que comenzó

á

ser

Arrian a~

·

Tarnbien sabes que ninguna cofa enagena tanto los ánimos

Y'

los.

corazones como la div!rsidad de Religion, y consiguientemente·

que nada pudiste hacer mas ofensivo para el mio, como decla–

rarte Cathólico. Acuérdate, pues, hijo mio, que soy tu padre,

y

que soy tu Rey : como padre te aco;uejo, y como Rey

t~

mando

~ue

vuelvas prontamente sobre

tí,

y

restituyéndote sin perd':r

tiempo

á

tu primera Religion, mereZG'aJ con tu pronto rendi–

miento mi clemencia.

No

haciéndolo así, te

d~claro

que me obli–

~.1.rás

á

tomar las armas,

y

en tal caso jamas tienes queespe-·

rar misericord;a,

·

Haviendo recibido Hermenegildo esta carta del Rey

SLt

padre, respondió

a

ella con el mayor respeto:

Q.tte s.abia

b!en lo que debía

á

su padre

y

á. su Rey; pero

1

que tampoc(}.

ignm•aba lo que debía

á

su Dios, que

esp~raba

desempeiíar ei-–

t ai

dos obligalliones de manera, que sin faltar al rendimien–

to y

á

la obedienqia

ue 'deb;a al uno en lo que no se opusie··

u

á

lo que manJaba

1

tro , conser-varia hasta la muerte la·

religion que ha-via abraz ado, persttadido

á

que fuera de ella

no podia haver salvauon; que le

suplic>t~ ba

no

Ji

considerase de–

llnq,~ente

por ha-ver renunci.zdo las iapersticion Arriana luego

que

el

Seiíor le abrió los ojos para conocer la verdad; que u

t endría por dichoJo si ullase su religion cort su s.1n$re, sin qut

le resrase ya mas que deuar qut la

c~n·version

de toda su na-

don, y de toda su familia.

.

La christiana magnanimidad de Hermenegildo irritó

el

ánimo suspicaz ,

y

caviloso del Arriano padre. Sirvióle de

pretexto

lJ.

conversion de

S'..l

hijo para excitar una cruel

persecucion contra

la

Iglesia. Hizo Hermenegildo que su

esposa Ingunda,

y

el

Infante su hijo, niño de pocos me–

ses, se retirasen al Africa ,

para

no quedar expuestos

á

hs artificios de los Arrianos , y él se mantnvo en Sevi–

lla , creyendo ser esto bastante para su seguridad. Pero

Leovigildo , despues de haver corrompido

á

fuerza de dinero

y

de estratagemas la mayor

parte

aun de los mismos

Cath6-

li cos que se havian declarado por

el

Santo Rey , resolvió

ir

á

sitiarle en Sevilla. Pudo defenderse Henuenegildo ; pe-

Ee

ro