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D I A X I I I.

2 I

5'

su alianza la paz que acababa de dar á sus pueblos ,

y

afian"

zasc

h

fdiddad

del

Reyno con

el

esplendor de sus

pren~

das personales.

'

Fixó sn eleccion en Ingunda , hija de Sigisberto Rey

de Austrasia en Fr;mcia ,

y

de Brnnequilde,

y

nieta por su

madre de Athanagildo,

y

de Gosvinda , su segunda muger:

Princesa no ménos distinguida por su extraordinaria her–

mosura,

y

por su rara virtud, que por su alto nacimiento.

Era Carbólica ;

y

esta sola circunstancia huviera sido bas–

tante á romper desde luego aquel tratado, si Ingunda por

su. parte no se prometiera con el auxilio de la gracia -re–

ducir

á

la Fe

á

su esposo..Hern1enegildo,

y

su suegra,

y

abnela Gosvinda no esperara conquistar con artificio ó con

violencia

á

su nuera Ingunda, obligándola

á

abrazar

el

par–

tido

del Arrianismo.

Desposóse Hermenegildo con Ingunda el año de

5

79.

y

apénas arribó

á

España, qnando hechizó

á

toda la Cor–

te. Sola Gosvinaa se consumía de eqvidia ,

y

de dolor

á

vista de las nooles

r

ndas de su nuera'

y

la que comel1-

zó emulacion, acabo odio,

y

furor desenfrenado. Con to–

do eso la pareció canveniente disimular por algun tiempo, _

y

hacer todo lo posible- para pervertir Ia religion de su

nieta. Con esta idea la hacia

á

los principios mil caricias,

intentando arrancar la Fe Cathólica de su corazon,

tras–

tornar su constancia ; pero viendo que no la salia bien es–

te medio , recurrió á las injurias ,

y

á las mayores violen–

cias. No havia especie de mal tratamiento que no la hicie–

se, hasta bañarla alguna vez en sangre con los golpes que

la daba ,

y

en cierta ocasion la arrojó de un empellan en

un estangue, donde la faltó poco para ahogarse.

Sufi·ia Ingunda esta persecucion con una paciencia , con

una dulzura ,

y

con un silencio digno de la religion que

profesabJ; pero como

el

pálido color de su semblante,

y

los cardenales de los golpes no podían ocultarse

a

Herme–

negildo , -

y

llegase

a

entender por ellos la crueldad de Gos–

vinda, tomó la resoiucion de retirarse con la Princesa su

esposa

a

Sevilla , Capital de sus Estados. Aprovechóse In–

gunda de esta ocasion para convertir

á

su marido,

y

tra-

ba-