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A

'8

R I L.

ro temiendo exponer la Ciudad, y respetando, por decir–

lo

así, la sangre de sus vasallos , se retiró al campo de los

Romanos , no sabiendo la traycion que havian cometido,

dexándose corromper con

el

dinero de su padre, contra la

de los tratados. Conociólo apénas entró en su campo

y

corrió á refugiarse en Córdova ; pero no teniéndose allÍ

por seguro , tomó consigo trescientos hon1bres escogidos,

y

se encerró en la Ciudad de Osero, Plaza entónces n1uy fuer–

te, cuya Iglesia singularmente era n1uy célebre en España,

y

respetable aun á los. mismos Godos por los grandes mi–

lagros qne obraba Dios en ella. Sitiáron y tomáron la

Plaza

las tropas de Leovigildo , que perseguía furiosamente

á

su

hijo. , resuelto

á

quitarle la Religion · ó la vida.

Apurado el Santo Rey, viéndose yá sin otro recurso

se refugió

á

la Iglesia. No quiso Leovigildo sacarle de ella

por fuerza ,

y

permitió que su segundo hijo Recaredo,

Príncipe jóven , que amaba tiernamente

á

su herma1io ,

y

era 1nuy parecido

á

él en muchas de las bellas prendas que

le adornaban , y asasc

á

hablarle de su parte, asegurándole del

perdon , con tal que se rindiese, y sujetase á su padre. Pro–

cedia Recaredo de buena fé ,

y

así representó

á

Herme–

negildo que ya no se hablaba de Religion , sino únicamente

de pedir perdon ;¡l Rey , que se daril por satisfecho con

esta sola demosrracion de rendilniento. Creyóle el Santo

n1ancebo : vino luego con él

á

arrojarse á los pies de su

padre; recibióle éste con grandes demostraciones de ca–

riño; abrazóle, hablóle con palabras blandas, y amorosas, hasta

que insensiblemente le fué conduciendo

á

su campo , donde

de repente

n~andó

que le despojasen de las insignias Reales,

y

cargado de cadenas le llevasen prisionero al Castillo

ó

al

Alcazar de Sevilla. En la prision volvió segunda vez á las

promesas ,

y

á

las amenazas para obligarle

á

abrazar

el

Ar–

rianismo; pero hallándole_siempre invencible, mandó le ence;–

rasell en un obscuro , y hediondo calabozo , destinado para

los reos de delitos mas atroces,

y

que le atasen con todo

el rigor inuginable.

Entró

el

Príncipe en aquel triste

calabozo

con mayor

alegría que havia ascendido al Trono. Des.de aquel punto

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