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ro temiendo exponer la Ciudad, y respetando, por decir–
lo
así, la sangre de sus vasallos , se retiró al campo de los
Romanos , no sabiendo la traycion que havian cometido,
dexándose corromper con
el
dinero de su padre, contra la
fé
de los tratados. Conociólo apénas entró en su campo
y
corrió á refugiarse en Córdova ; pero no teniéndose allÍ
por seguro , tomó consigo trescientos hon1bres escogidos,
y
se encerró en la Ciudad de Osero, Plaza entónces n1uy fuer–
te, cuya Iglesia singularmente era n1uy célebre en España,
y
respetable aun á los. mismos Godos por los grandes mi–
lagros qne obraba Dios en ella. Sitiáron y tomáron la
Plaza
las tropas de Leovigildo , que perseguía furiosamente
á
su
hijo. , resuelto
á
quitarle la Religion · ó la vida.
Apurado el Santo Rey, viéndose yá sin otro recurso
se refugió
á
la Iglesia. No quiso Leovigildo sacarle de ella
por fuerza ,
y
permitió que su segundo hijo Recaredo,
Príncipe jóven , que amaba tiernamente
á
su herma1io ,
y
era 1nuy parecido
á
él en muchas de las bellas prendas que
le adornaban , y asasc
á
hablarle de su parte, asegurándole del
perdon , con tal que se rindiese, y sujetase á su padre. Pro–
cedia Recaredo de buena fé ,
y
así representó
á
Herme–
negildo que ya no se hablaba de Religion , sino únicamente
de pedir perdon ;¡l Rey , que se daril por satisfecho con
esta sola demosrracion de rendilniento. Creyóle el Santo
n1ancebo : vino luego con él
á
arrojarse á los pies de su
padre; recibióle éste con grandes demostraciones de ca–
riño; abrazóle, hablóle con palabras blandas, y amorosas, hasta
que insensiblemente le fué conduciendo
á
su campo , donde
de repente
n~andó
que le despojasen de las insignias Reales,
y
cargado de cadenas le llevasen prisionero al Castillo
ó
al
Alcazar de Sevilla. En la prision volvió segunda vez á las
promesas ,
y
á
las amenazas para obligarle
á
abrazar
el
Ar–
rianismo; pero hallándole_siempre invencible, mandó le ence;–
rasell en un obscuro , y hediondo calabozo , destinado para
los reos de delitos mas atroces,
y
que le atasen con todo
el rigor inuginable.
Entró
el
Príncipe en aquel triste
calabozocon mayor
alegría que havia ascendido al Trono. Des.de aquel punto
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