LIBRO TERCERO DE LOS REYES.
CAPITULO 11.
Muere David despues de haber dado varias instrucciones a Sa!omdn.
Este hace matar a Adonías que aspiraba al R eyno por wedio de
utJ
engaño. Abiathár es privado del Pontificado
,
y Joáb po1·
fi¡¡
es
muerto dentt·o del mismo Tabernáculo. S emei es tambien muerto, por .
haber sa'lido de Jerusalem despues de tres años contra la ó1·den del R ey,
r Ápp¡,opinquaverunt
au~
tem dies D avid ut moreretur,
praecepitque
Salo~oni
filio suo,
dicens:
2
Ego ingredior viam uni–
versae
terrae : confortare , et
e to vir :
3 Et observa custodias Do–
mini tui, ut ambules in viis eius,
ut custodias caeremonias eius et
praecepta eius, et iudicia et te–
stimor;¡ia •, icut scrij)tum est in
Lege Moys'i : u in éll\gas univer–
sa quae ]a is, eb q ocull!lque te
verteris.
4
Ut confrrmet-Dominus ser–
mones suo
quos locutus est de
me, dkens: Si custodierint filii
tui vías suas, et ambulaverint
coram me in veritate , in omni
1
Yo prontamente voy a morir, y a
pagar el tributo a que están sujetos todos
los hombres formados de la tierra.
• Muéstra
te superiora tu edad , dan–
do pruebas de
hombre.devalor , de sabi–
duría ·y de inteligencia en el manejo de
los negocios.
3
La Vulgata
/acis
;
los
LXX.
facies.
4
Son dignos de particular atencion
estos últimos consejos que da un padre,
despues de haber pasado por todos los pe–
]igros de un largo reynado , a un hijo
que está cerca de entrar a experimentar-
a Deutero11. xvu.
19•
r
Y
acercáronse los dias de
la muerte de David , y dió es–
tos mandamientos a Salomón su
hjjo, diciendo:
2
Yo voy a entrar en el ca–
mino de todos
los
mortales ' : sé
hombre de fortaleza y de valor
z
: ·
3 Y guarda Jos- preceptos del
Señor tu Dios, andando en sus ca–
minos, guardando sus ceremonias
y sus mandamientos, y leyes y tes–
timonios , conforme está escrito
en la Ley deMoysés: para que en–
tiendas
wdo
lo que hicieres
3,
y a
do quiera que te volvieres
4.
4
Pa:ra que el Seño r confirme
sus pa1abras que ha hablado "de
mí, diciendo : Si tus hijos gua-r.....
daren sus cam4nos, y anduvieren
delante de
m{
en verdad , de todo
los. Todo aquel que quiere ser fiel a Dios
necesita de grande valor y
firmeza para
hacer frente n l•s tentaciones que el ene–
migo de su salud le mueve de todas
p.lr–tes. ¿Pero quál será la que necesira un
Príncipe para defenderse de los asaltos
que le hacen las delicias , la lisonja y
la
deplorable libertad de seguir imp1ínemen-.
te sus inclinaciones? ¿Qué csluerzos no
debe hacer parJ
mlnten~rse
firme en la
observancia de la Ley de Dios , miéntras
que todo parece que conspira a que se
de sprendd de ella
y
la ab.mdone?