fina en
cajones de madera-numerados, para c¡ue se conode
el rdijioso
á
quien peit4necia:
y
como estas solo les
deb~
n
servir, cuando enfermaban, llevaba á ada enfermo
~a
s · a .
limpia
y
aseada en una c:¡.nasta cada Sabado; · los Lunef'les
pedía las.que les habian .ser vido, para lavarselas;
y
luego que
estaban sanos y convalecidos, les sacaba sus túnicas, y rcco–
jia las camisas.
·
Como era ilimitada su caridad, arbitró un medio de so.–
correr
·a todoslos miserables.
Formó una lista de las
fa.
niilias
pobr.esvergonzantes de que tuvo noticia, cuyo nú–
mero
ascendióá ciento sesenta. Y como pedia limosna por
las calles todJs los dias, destinaba lo que le daban Martes
y
Miercoles, pára el socorro de dichas familias, cuya suma a
0
bajaba de cuatrocientos pesos cada serna?ª· L a limosna d e
los Jueves y Viernes era para los estudiantes
y
clérigos po–
bres; la de los Domingos para vestir
á
los
indios y negros
que vei!l casi desnudos por la iRdoléncia ele sus patronos
y
de sus amos;. v con la .de los Sabados y Lunes, mandaba de-
cir misas por las almas del purgatorio.
·
A mas d e estas limosnas destinadas para el alivio de
ciertas familias de clase necesitadas, repartía comida 'despues
del refectorio a cuantos pobres llegaban: muchas veces se
privó de todo su sustento, porque no faltase á Jos indijentes;
y
en algunas siendo muy es.casa la comida con respecto al
crecido número de pobres, l¡izo Dios por su intercesion
el
milagro de aumentarla, de modo, que sobrase hasta para los
irracionales. Deseando no
o~\ür
medio alguno para aliviar
'á
sus prójimos, plantaba de cuando en cuando higueras y
otros arboles frutales en,los cerros inmediatos
a
la ciudad, y
preguntado por algunos
á
que fin emprendía este trabajo, les
contestaba: pasados dos ó tres años fructificaran estas higue–
ras;
á
su tiempo los <lemas arboles;'
y
los que por aquí pasa–
sen, comerán sus frutos para refrescarse, y no los tomaran de
las huertas inmediatas, con detrimento de sus conciencias.
Algunos de estos cerros distan solo de la ciudad un cuarto
de legua, se visten de
amanea.esy
de otras vistosas flores
á
la entrada del inviern
o, y en ellos subsisten aun algunas hi–
gµeras de las que plantó Fray Martín. Se ha trasplantado
una d e ellas, pocos añqs hace, en el Monasterio d e Santa
Catalina,
y
está dando higos blancos y muy dulces. A mas
~e esto~
medios ordinarios, se valia el Siervo de Dios de ex–
traordinarios, para socorrer a cuantos pobres imploraban su
ausilio. Y
~unqu~
nCil
pi.iede
saberse
~1
nú.iµ.ero
de. estas
li~