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-s-

ti

(¡nico imperío que tenia sobre. ellos el demonio, clavando

en m Cruz la cédula de su esclavitud,

y

dadoles desde enton–

ces "iterecho

a

sus infinitos méritos, á la participacion de su

Di

v

·~idad

y

a

reinar con é l en la eterna Bienaventuranza.

\'\ .Es

'verdad que, cu.ando _la fé

.e~tá

muerta por

e_I

peca.do

,.

ó adorruccida por la negligencia

.Y

t1b1eza, se asiste

~la

misa

,

y se ve la imágen de J esus agomzante

y

muerto, sm que

~l

alma se egercite en e.sos sentimientos.

~ero ~n

los que mt:d1·

t:m atenta

y

con~tantemente

este

~ran

misten?,

y

sobre todo

en aquellos

á

qmencs Jesus previene y atrae

a

su amor con

especiales gracias, el Sacrificio

d~

l.a cruz

r

epreseat.ad?,

y

,

renovado en la mi sa, es un manantial magotabl

e d e sent1m1e

n-

f

tos y afectos que los desprenden ó preservan de la inclinacio»

natural

á

los objetos terrenos, y que los purifican

y

estrechan

íntimamente con Dios.

Se puede creer con fundamento, que Martín debe nu·

merarse entre esas privilegiadas y dichosas criaturos. El Es–

píritu Divino lo excitaba sin duda á meditar con frcuencia en

la pasion y muerte de. J esus, especialmente cuando asistía al

Santo Sacrificio de la Misa. Pues solo la continua atencion

á

Cristo crucificado pudo animarlo

y

fortalecerlo desde niño,

no solo para el fiel cumplimiento de los preceptos evangélicos,

sino tambien de los consejos,

y

por cuya observancia parecía

siendo phvulo, un varan perfecto,

Aunque se ignora la frecuencia con que recibía los

Santos Sacramentos de la P enitencia y Comunion, no se debe

dudar,lli de que en estos, como en los demas ejercicios obedecía

á

su confesor, ni que deseaba de continuo justificarse mas

y

mas en el tribunal de la Mi sericordia,

y

unirse real

y

ver·

daderamente

á

J estis en el Sacramento de su infinito amor.

El miserable pecador, y el Justo imperfecto y di sipado no pue–

den comprender, ni menos espresar lo que pasaría en

el

alma ·

de este bienaventurado al recibir esos Santos Sacramentos,

porque ademas de que el enorme peso del cuerpo corrompido

agrava el alma, rarísima vez se esfuerza ella

á

contemplar las

cosas esplrituales

y

celestes, porque se ocupa aun sin grave

necesidad de las materiales

y

terrenas. D ej ese por lo tanto

á

las almas puras

y

amantes, embriagadas en el am0r ele su Di–

vino esposo, que conciban por lo que pasa en ellas cuando

'est~n

á los pies del confesor?

Y:

en la mesa del altar,

1;

que pa–

sana entonces en el alma mocente

y

fervorosa de

Marti~.

Ellas al menos.. vislumbraran su profunda humillacion, acu–

sá~dose

hasta de las menores

faltas,

en presencia

del Suprem0