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tas inad vertidas de omision ó comision, que aunque se reput
}igeras por los hombres, solo puedén llamarse tales, en com
·raeiot1 ele las graves y mayores;'pues en realidad, ninguna
f
ta
es pequeña á los oj os santísimos de Dios. M oyses, ín no
amigo y mlly favorecido del Set'ior,
fué
castigado severa1J
nte
y privado d e entrar e·n la tierra pr_ometicla, por nna falta de
confianza: y la Virgen Santa Clara de M ontcfalco, padeció
once at'ios los mayores desamparos y las m'as horribles tcnta–
Eiones, solo por haber r eprendido con algL1na aspereza la falta
<le una religiosa.
¡T al es el zelo de Dios! ¡Tan
recta su
justicia!
~
'
¿Qué hariaMartin en sitL1acion tan peligrosa y amarga?
PL!es venció tan formidables enemi gos; hiz o precisamente lo
EJ.UeJ esu-Cristo mandó á los apóstoles, y con ellos
a
todos los
Cristianos por estas palabras:
Velad,
y
orad, para que n? en–
treis en tentacion.
V elaria, estando siempre alerta, para pre–
ver los fraudes de sus enemigos, y evitar los lazos que Je ten–
d erian su astucia y su malicia; velaria con la modestia y cir–
cunspeccion que guardan los qlle desconfian <le si mi smos; y
velaria cerrando las puertas de su
cora~Ón
para que no le hi–
riesen los dardos que podrian penetrar .por sus sentidos. Al
mismo tiempo, el conocimiento de su propia flaqueza, y la
gravedad d el peligro, le obligarian á orar sin.,intenni sion, ani–
Jnando sus preces con lagrimas y j emiclos,
e
interponiendo la
poderosa mecliacion ele la Santísima Vírgen, ele su Angel Cus–
todio, y Santos tutelares. Y
cua~1clo
esperimentaba la rebe–
lion ele sus miembros contra la L ey Divina grabada en su co–
razon, clamaria con las mi smas palabras que clamaron J ob,
David
y
tocios los Santos, siempre que se vieron combatidos
<le sus enemigos, y t:n riesgo ele perderse; ó con otras semejan–
tes d eprecaciones nacidas ele un corazon abatido
r
angustiado,
que amandoá Dios, t eme ofenderle:í. cacla instante.
E n tan
triste estado participando
á
su confesor la tri bulacion que
padecia, le suplicó que pidiese á D ios en el Santo Sacrificio,
le manifestase su voluntad para cumplirla protamente.
Sns deseos eran renunciar efecti,·amente al mundo
co1no lo hahia renunciado con el afeeto, }' abrazar una vida
oscura y despreciable, donde ni lo engriesen la estimacion
r
el
aplauso, ni le pervirtiesen Ja secluc cion
y
el ma!,-ej emplo.
Despues ele un maduro examen,
y
de continuos ruegos al Se–
ñor, clió permiso
a
M artín su confesor para que tomase el Ha–
bito en alguna Religion. M·as le ocurrió la eluda dé cual ele–
~iria;
pt\es aunque toda Orden r eligio¡;a es Santa, no
~e
por