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estigos, pues consta de las informaciones que se tomaron
cuenta años dsspue& de muerto el Siervo de Dios, asegu ,
dose en ellas, que aun existia en ese tiempo el arbel d
continuamente frutos,
y
al cual llamaban
el Liman de
Martin.
En vista de todo lo dicho, es claro que este n
o no
aprendió de memoria Ja doctrina evangelica, para recitarla
solamente de coro, sin penetrar su espiritu, ni reducirla
á
prac–
tica, como el comun de los demas. Quien desde su tierna edad
no se entretenia con los juguetes comunes en los de su edad,
y
estaba siempre recojido
y
modesto, tenia precisamente fijos
los ojos de su alma en el Señor,
y
oraba sin intermision. Sus
nocturnos ejercicios,
y
las copiosas lágrimas que vertia ante
la imájen del Crucificado, no solo comprueban el fervor de
su oracion, sino tambien el espíritu con que la hacia.
Sin
duda examinando en ella sus mas pequeñas faltas come tidas
entre dia,
y
contemplando al mismo tiempo !a j usticia
y
santi.
dad i:le Dios, se reputaria indigQO de estar en su presencia;
y
pidi éndole humildemente que no le juzgase segµn su dei;nérito,
se acogeria al seno de la infinita misericordia, confiado en los
méritos de J esu-Cristo,
y
en la protecciou de su Santísima
Madre. ·
D el mismo modo la
fé
le haria ver
a
Jesus en Ja per.
sona de cada pobre,
á
quien socorria.
Y
al modo que San
Pedro hmnillado
y
confuso dijo
á
su Maestro;
"Señor
¿tíi
me
lavas los pies?
Martin le diria en su interior. Tú, Criador
y
absoluto dueño del Cielo
y
de la Tierra, pides limosna
á
este
miserable pecador?
¡Y
cuantas veces en esas oc:tsiones le
contt!staria el Señor, haciendo que su alma percibiese dulce–
mente las tiernas
y
paternales palabras que dijo al príncipe dt:
los apóstoles!
¿Tú no sabes ahara lo que yo hago: despues en–
tenderás este misterio?
¿Y
que tiernos
y
afectuosos no serian sus sentimientos
en el Sacrificio de la Misa, contemplando
á
J esus crucificado
en el Calvario,
y
adorado por los Angeles?
Sentiria unas
veces sumo horror al pecado, compasion de Jesus,
y
deseos
de incitarle en sns tormenta_s, oprobios
y
humillaciones: otras
íntimo júbilo, considerando que, así como el Padre Eterno es
el principio de la glori¡¡ interna
y
esencial de su Hijo; así este
muerto en la Cruz, es el principio de la gloria externa
y
acci.
dental que tributan
á
su Padre los justos en la tierra,
y
los
hi~nave~tur~dos
en el Cielo:
y
otras, grande amor
y
reconoci–
ouent_o
a. Cnsto, per
h~ber
libertado
á.
todos les
hornbr~s
del