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dos,

y

á todos servia

y

consol'aba con la esperanza de su próxima

Jil.íertad, dándoles al mismo tiempo sólidas instrucciones, para

que no desfalleciese su fé combatida con los trabajos y necesi–

dades. El cautivo que aseguró lo referido, y que fué uno de

los beneficiados

y

socorridos por el siervo de Dios, no sabia la

' patria de este en el tiempo de su cautiverio; mas habiendo lo–

grado su libertad, y pasado

á

España, vino nltimamente

á

esta

ciudad de Lima, donde volvió

á

ver al siervo de Dios. Pues vi–

sitando los conventos por curiosidad, encobtró en el de Santo

Domingo

á

fray l\Iartin, y jnzgándo que hubiese llegado de Ar–

gel, le abrazó tiernamente, y· le preguntó: ¿cuándo habia ve–

nido? l\las el siervo de Dios le dijo, con señas, 'lJ'.ue callase,

á

fin

de que no supiesen los circunstantes que iba

á

Berbería: luego

que estuvieron solos, suplicó al cau tivo que no hablase con na–

die sobre ese asunto, porque importaba mucho que quedase

oculto entre los dos, é ignorado de los demas. Obedeció al prin–

cipio; pero, sabiendo posteriormente que fray l\Iartin solo ba–

bia salido de Lima algunas veces para irá J,imatambo ó al Ca–

llao, ·conoció el motivo por que le babia encargado que no ha–

blase sobre lo ocurrido con él y con los dernas cautivos, y

admirado del portento, rompió el silencio, declarando

á

mu–

chos esa maravilla, para que alabasen

á

Dios

y

honrasen

á

su

fiel siervo.

A mas de estos dos auténticos comprobantes de que el sier–

vo de Dios era favorecido con el don de lenguas, declaró el

padre presentado fray Fra ncisco Arce, haberle asegurado un

religioso antiguo de conocida virtud, que fray Jllartin iba con

frecuencia ni Japon á propagar en esas dilatadas islas la

de

Jesucristo. No sabemos si el religioso que aseguró este hecho,

no solo de palabra, sino tambien en la vida que escribió de

fray Martin, fue instmido de esta maravilla por el mismo sier–

vo de Dios, ó por nlguno de sus confesores. Pero habiéndose

probado, por dos declaraciones, que hablaba el idioma chino,

y

el de los cautivos de diferentes pueblos en Argel, no debe

extrañarse que hablase tambien el del Japon y aun el de otras

naciones salvages, de quienes no tenemos noticia.

Persuadidos los religiosos, y algunos seglares, á que Dios ha–

bin concedido

á

fray !Uartin la gracia de anunciar el Evangelio

y socorrerá los necesitados, nnn en los paises mas lejanos del

Perú, creyeron que Dios lo transportaba

á

ellos, principalmen–

te en los días que comulgaba. Motivó esta creencia lo siguien–

te. Cuando el siervo de Dios estaba en .Limatamho, despues

de haber recibido el Santísimo Sacramento, iba

á

la panadería,

que había en ese tiempo en la Hacienda, donde se amasaba pan