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ra en si
los germenes de todas las decanta<las ventajas cle la democrncia , desnu–
das de sus gravisimos ineonvenientes. Nunca me postrarc vilmente aate el poder,
cualquiera que sea; mas si me hal!ase en una ocliosa alternatirn , rendir horoe–
nage a un l\fonarca extraviado me se1·ia menos repugnante
y
bochornoso, que
aca tar los soeces idolos de la demagogia, que he coutemplado d e mui cerca pa–
ra mi eterna desdicha.
Entre l as naciones que forman lo que puede llamarse confederacion europea.
del derecho contra el privilegio, de la noble inteligencia contra
la
fuerza
bru.~
tal, de la luz contra las tinieblas-esta fe1·mentando aetualmente una grande re–
volucion derooc1·atica .
ct
Todos la ven: pero no todos la juzgan d el mismo mo–
do. Los unos, considerandola como cosa nueva,
y
creyendola un accidente, es.–
peran poder detenerla todavia; mientras los otros la r eputan irresistibl e. por–
que les pa rece el hecho mas continuo, antiguo ,
y
permanente que se conozca
en la historia . En este siglo, en que los destinos d el mundo cristiano parece n
estar en suspenso
j
estos ' se apresuran a atacar a la democraci a como
a
una
potencia enemiga, mientras todavia esta creciendo; aquellos, adoran ya en ella
un Dios nuevo que sale de la nada : p ero unos
y
otros no conocen
sino iiµ–
perfcctamente
el
obgeto de su odio
o
de su deseo; se baten en
las tioieblas ,
y
hieren sin saber donde .
»
«Me pa rece que en nuestros dias presentan las pueblos cristianos un espan–
toso espectaculo; el movimiento que los anastra es ya bastante fuerte pai·a
que no sea posihle suspeuderle,
y
no es
todavi a bastante rapido para que se
desespcre d e d irigi1·le. Su suer te est.a en sus manos; pero presto se l es va a
es–
capar. Instruir a
l a democracia,
i·eanimar si se puede SUS creencias' purificar
sus costumbres, arreglar sus movimientos; substitui1· poco
a
poco la ciencia de
los negociOS a SU inex periencia, el COnocimientO de
SU S
YerdacJ erOS
intereses
a
SUS ci egos instintos
j
adaptar SU gobiernO a los tiempos
Y
a los fogares , modi–
fic ade segun las circunstancias
y
los hombres : t al es el primero de los d eberes
impuestos, en nuestros dias, a l os que dirigen
Ia
sociedad. Es m en ester pa r a
un mundo nuevo una nueva ciencia politic1!. -Pero esto es en
lo que no se
piensa . Colocados en roedio de un 1·apido rio, fijamos con obst inacio n los ojos
en alguno
fragmentos que todavia se perciben sobre la orilla , m ien tras q ue la
corriente nos anebata empujandonos d e espaldas acia los abismos. La d em ocd.–
cia, abandonada a SUS
salvages instintos, por l as clases poderosas,
inteJigentes ,
y
morales que debian dir igirla, d espues de apodera1·se de ella,-ha crecido co–
mo aquellos n inos privados de los cuidados paternos , que se
ecluca n po r
i
mismos en las calles de nuestras ciudades,
y
que no conocen cle la sociedad
mas que sus vicios
y
sus miserias. Pa 1·ecia qne ignorahan su existencia , cu.."ln–
do ella improvisamente se ha apocleraclo d e Ia autoridacl. Entonces cada cual
ie
ha sometido con servilidad
4
ms menores deseos; ha
ii.do;iclorada como