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vegetales
y
animales, ue"c1e el musgo hasta la. encina, desde el
zoófito
y
el infusorio hasta el mamífero mas perfecto, deban su
origen
á
la transformacion sucesh'a de tres ó cuatro tipos origi–
nales,
y
probablemente
á
un solo prototipo. En otr0s téi'minos;
. ' lo's géneros
y
hasta los dos graneles remo& de la naturaleza vi–
viente, las ('.lases, las familias, las especies, sin excluir al hom–
bre, deben su origen
y
formacion
á
,las mismas causas
y
le~'el:l
que determinan la. formacion
y
existencia, de las \7ariedades, Tal
es la tésis fundamental que reasume In. teoría darwiui-sta, que
se conforma con la teoría llamada prehistoria,
y
con el matelial1s–
mo disfrazado bajo el pseudónimo de positiyi smo. Esta té:sis
ailti-filosófica se des'Vanece con solo ex,lminer la lilaÚl1l'aleza. v
origen del alma racional,
y
la distiucion esencial que existe
en–
tre las facul tades puramente intelectuales
J
las del óraeu sou-'
sible. Además Darwin confLmde
á
cada paso en su teotia lO'
posible
con lo
real,
y
su base primoidial se busea en la existen–
cia
hipotética
de lo que denomina
P?'otot'ipo primitivo,
m'ya
eAl~tencia
supone,
pero no se cuida de esplicar, ni mucho memos de
demostrar, dejando la teoría reducida
á
una hipótesis gratuita,
como basada sobre la existencia de ese prototipo, gérmen pri–
mordial de todo lo que vive en la naturaleza, especie de miste·
.rio inesplicable. Aun admitido gratuitamente ese prototipo, los·
, hechos se hallan en abierta contrac1iccion con las leyes qye de–
ben presidir al desarrollo transformativo de ese gérinen, .
y
ni
siquiera se encuentran vestigios notables de los millones de va–
riedades
y
especies intermediarias exijidas por la teoria trans–
fOl'illÍsta, en las diferentes y \7ariadas formaciones geológicas}
anteriores
y
posteriores á los periodos designados como posi–
bles para su existencia.
La doctrina d'arwiniana acerca del origen del hombre es tan
falsa en sí misma, como contraria
á
la razon
y
á
la experiencia,
aun prescindiendo de su inaompatibilidad con los dogmas del
cristianismo. Haciendo caso omiso de la parte moral é intelec–
tual, entre el hombre
y
los antropoides existe uua diferencia
esencial, aun bajo
el.
punto de vista anatómico. El hombre an–
da
sobre sus miembros posteriores, al paso que el mono es un
animal trepador. Son bien notables las diferencias profundas
é
importantísimas que existen entre el cráneo del hombre
y
el
del orangutan. Si
~l
estudio de la organizacion matenal demues·
tra evidentemente que el tipo anatómico de. los monos antro–
pomorfos e¡;; e 'encialmente distinto del tipo anatómico corres-
. pondiente al hombre, la diferencia es mas radical, mas completa
y
mas e-videntc ,'i os colocamos en el t erreno superior del
(¡l'.
den moral
é
iotele<:tual. No es posible encontrar término de