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ENTRETENIM!ENTOS
contraigan
el
hábito del vicio', 6 el de la
virtud , y que vuestra muger tenga las cos–
t umbres de una cortesana, 6 el quesea casta,
n1odesta,
retirada ,
y
económica?
No espero vuestra respuesta, prosigni6
Phooion : ya la sé : pero supuesto que la mu–
ger, los hi1os, los amigos, los vecinos vir·
tuosos ,
y
los esclavos fieles
á
su obligacion,
1pn tan propios para hacernos dichosos en
el
seno de nuestras familias, en donde pasa·
m as
la
mayor parte de la vida, ¿por qué
desprecianí la Política este importante ramo
de nuestra felicidad? Yo no ignoro, que ba–
xo el pretexto de no sé qué elevacion de es•
piritu , se burlan hoy con desprecio de las
virtudes
cconó1uicas
nuestros Athenienses,
que no los comprehendo en Ja realidad. Se
<lira que no es hombre de bien no siendo un
héroe ; pero es porque la corrupcion , que
reyna en lo interior de nuestras casas
,
nos
hace incapaces de practicar aquellas virtudes
caseras, que tomamos
el
partido de despre–
ciar. L a modestia en las costumbres nos pa–
rece,
ó
baxeza,
ó
rustiquez. Quere1nos que
nuestras casas sean una especie de asilo, don·
de no se atreva
á
entra.r la ley para instruir–
nos de nuestras obligaciones, no obstante
que en el centro de nuestras familias es don–
de han dado el primer modelo de las leyes,
y la sabiduría los padres tiernos ,
y
pruden-
tes: