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'2J4

EN:rRETENIMIENTOS

•preeminencias del alma , con

las

pru•

dentes

leyes , que nos prescribe

la

ra–

zon.

.

¡Ah , mi querido Cleophanes , que no

.habeis sido testigo de nuestra conversa–

cion ! Si

vi~rais

á

Phocion, aquel que en los

tumultuosos debates de nuestra plaza públi·

ca, supo sieinpre

conservarse

sereno, irse in–

>ensiblemente enardeciendo en fuvor de Jos

Intereses de la razon , y la virtud , por–

que vió se les daba distinto origen, sien–

do comun su causa ,

y

hablar con tan in–

flamada, eloqüencia , que yo no os puedo

ponderar.

La

autotidad

Joven ,

á

quien han dado Jos Dioses

G~e P~!~;~~

un corazon recto ,

111i

9uerido Ar.istias,

yo

d~ ~~d~ig

1

~~

r;>s ruego no corron_ipa1s

~ste

precioso

don,

males de

¡,

que os han concedido. St la razon no es

Sociedad.

mas que una preocupacion , inferid de es-

to , que la virtud tampoco es otra cosa,

que una palabra inutil , y sin sentido: vos

la

desterrais de

la

tierra , iy qué espanto·

sa se nos volvería entonces la•morada, que

estuviésemos obligados á habitar! Los ti–

gres serían menos peligrosos para el hom–

bre, que el hombre mismo. No: no cer–

reis los ojos

á

la verdad , que por todas

partes os ilumina. ¿No es evidente que

el

imperio que dexamos usurpar á las pasio·

ues, es

el

origen de todos nuestros males?

¡Plu·