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ENTRETENIMIENTOS
siempre llamarle
el
justo Aristides.
¡
Creeis
que en se1nejantes circunstancias será necesa–
rio m anifestar
á
los Athenienses las verda–
des, que he puesto
á
vuestra vista? L as mis–
m as gentes que gimen nuestros desórdenes,
y
desean aun el bien nq.d{íiS> , se espantarian,
y
caerían en desaliento , viendo
el
inmenso
espacio que teníamos que vencer. Los ma–
los Ciudadanos,
á
vista de lo que sabiamen–
te se les propondria, queriéndolos privar de
sus vicios, creerían que se les quitaba violen–
t amente su felicidad_
Todo lo que he dicho respecto de los sa–
bios de la antigüedad, ¿me hará pasar por
un insensato para con unos ,
y
por un per–
turbador del descanso público para con
otros ? ¿Y qué esperanza tendré , querido
Aristias, para unirlos en
n1i
favor? T oda re–
forma pide ser guiada con extrema circuns–
peccion;
y
esta misma parece algun nuevo
castigo , con que el Autor de nuestra natu–
raleza corrige nuestros vicios,
y
por el qua!
nos advierte
este1nos
con cuidado contra dna
corrupcion , que es dificil n:mediar_
Para destruir las preocupaciones es ne·
cesario dar la condescendencia , algunas ve·
ces hasta parecer que se adoptan. Para arrui–
nar un vicio es preciso fingir, que se favore–
ce
á
otro. Pero conozco que os entretengo
mucho con las consideraciones , que debe
en-