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tiana;

y

~ntónées

apostatando de ella, con s11

espada defiende el paganismo, con su el.ocuen–

cia la filosofía alejandrina,

y

con ambas reta al

Cristo del Calvario. La filósofa- era hija de un

astrónomo,

y

después de haber ido

á

la Grecia

á

estudiar la ·ciencia de Platón, vuelve á Ale–

jandría á enseñar metafísica en la desierta cá–

tedra de Plotino. Ese bellísimo espíritu, domi–

nando por el fuego de la palabra, la severidad

de la ciencia. el atractivo de la belleza,

y

el

respeto de la virtud; quería despertar el ideal ·

pagano

y

resucitar la filosofía de Flatón, con

el dulcísimo ósculo que les imprimiera su ge–

nio. El Emperador era Juliano, la filósofa Hi–

patía; ambos fueron ahogados en uñ terrible

anatema de destrucción que contra ellos fulmi–

nó el Cristianismo. Faltándole el pensamiento

de Hipatía

y

la acción de Jtiliano, la filosofía

antigua tuvo que desaparecer definitivamente;

pero dejando una brillante

y

prolongada estela,

que alumbra el pensamiento moderno.

En efecto, si lanzamos una mirada de rever–

sión hacia el legado que nos deja la filosofía an–

tigua, vemos, en general, planteados todos ·Jos

problemas: el cosmológico, el antropológico

y

el teológico;. desarrolladas todas las escuelas

y

sus ramificaciones: la idealista, la materialista,

la escépt¡ca, la mística

y

hasta la ecléctica; em–

pleados todos los métodos·: inductivo, deducti–

vo, analítico,

y

sintético. Y si ahora, á cada una

de sus divisiones le

~xigirnos

en concreto su

contingente, la metafísica se halla iniciada por

Aristóteles; la lógica, considerada como medio

de encontrar la verdad, es obra perfecta del