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to. Para esto ba.sta considerar que

Dios ha p

Jdido

d:i.r al lnmbre la libertad, sin estar

obliga.do

á im–

pe.lirle el abuso; estas dos idea.s so

n ciertas:

l.º

Es

cierto que

Dios h

a podido dar al hombre la liber–

t ,id, p::>que

na.da

impide que no haya podido darla

una excelen

te fac

ultad de su naturaleza, como la.

libertad que es una de sus mas nobles prerogati–

v-a.s, un'l. de aquellas de qua es mas celoso, la

fu:>nte del mérito y la virtud, y la intencion de

Dios, al dársela, ha sido que el hombre,

á

quién

nada era debido, pudiese hacerse digno por su

conduc

ta. de un

a recompensa etern1t: 2.º Dios no

estaba

obliga.do

á

impedir el abuso da la libertad,

porque

si algun

a n.zon pudiese probar lo contrario,

e-;ta seria principalmente, porque hubiese sido un

beneficio mayor para el hombre que la posibili–

dad del abt1so, razon que no es de ningun valor;

porque de otra manera se seguiría que Dios sobera–

namente bueno estaría obligado á acordar á sus

criaturas todo el bien posible, lo que no puede ser,

puestn que no podria acordarlos tantos bienes de

cuantos él es capaz, sin llegar al infinito. Es pre–

ciso, sin duda, para que sus perfecciones no sean

de ningun modo afectadas, que lo que dá Dios sea

bueno por su naturaleza.; pero es

á

él solo

á

quien

cumple determinar el gra,do de bien que acuerd., Y

seirnlar los límites.

Hay mas todavía. Si el hombre no tuviese la

fa–

cultad de elegir el bien ó el mal, estaría forzado

á

hacer el bien, en cuyo caso, propiamente hablando,

carecería de libertad. En efecto, aunque sea cierto

decir, que el poder de hacer el mal, no es de la

esencia de la libertad, puesto que Dios es libre, sin

poder hacer sin embargo el mal; esta facultad

pertenece solo á la libertad .del hombre,

y

r esulta

de la imperfeccion de nuestra natnraleza, de los ·

límites. de nuestra inteligencia

y

la debilidad de

nuestra voluntad. A menos que se suponga

a.l

hom-