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formacion de un mónstruo. El inconveniente de

perturbar la t:stabilidad de las leyes de la natura–

leza sería por otra parte un mal mayor que la exis–

tencia de algunos seres monstruosos.

Si sucede que los huracanes, las inund11.Ciones

y

los terremotos, los accidentes de todo género, ha–

cen numerosas víctimas, así entre los justos como

entre los culpables, estos sucesos son otras tantas

consecuencias de las leyes generales de la natura–

leza, cuya simplicidad no puede ser derogada, por–

que esto ni sería dig

no de

la grandeza de las obras

de Dios, ni ventaj oso

pa.ra

los hombres. Ve aquí lo

que dice á este respe

cto d

e Maistre. •No estando

gobernado el mundo mas que por leyes generales,

no tendreis, me p:u·ece, la preteucion de que si los

cimientos de la terrasa en que hablamos quedáran

súbitamente tn el aire por cualquier hundimiento

subterráneo, Dios estuviese obligado

á

suspender

en nuestro favor las leyes de

la

gravedad, porque

esta terrasa lleva en este momento tres hombres

que no han asesinado ni robado: nosotros caería–

mos

y

seríamos ciertamente aplastados. ¿Quereis

cuando graniza que

el

campo del justo sea exclui–

do? Esto seria un milagro; pero, si por acaso, este

justo cometiese un ci-ímen despues de la cosecha,

sería entonces preciso que ella se pudriese en sus

graneros; esto sería otro milagro. De suerte qué,

exigiéndose á cada instante un milagro, este ven–

dria á ser el estado ordinario del mundo.• Exponer

semejantes ideas, agregR. de :Maistre, es refutarlas

suficientemente.

Todos estos pretenclidos desf.rdenes, de que se

afecta

tanta

sorpresa, tienen en realidad un enca–

demtmiento de cansas

y

efectos que no nos es dado

seguir

en deti:tl,

pero que no pueden dejar

de

tener

un objeto razonu.hle

y

útil. Por ejemplo, las tempes–

tades que todo lo trastornau en la superficie de la

tierra obedecen

á

una.

lt:)

que

era

inclispenl!labl~