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XIV
-El 'oltro
está
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,Gloria. 'pepetró en la.
iglesia,'
gozosa
de
en-
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f. "
co~trllrse
so18 '-1 en sitio apropiado para
, so~-
' -
' tar el
fren~
á
su lmaginación. E,u el
8ag~~do _
re~into
no
había
ya sino' cinco
ó
seis personas, '
ent:re ellas Teresittila Monjá,
que
era la
últi–
ma:
que
salía" y
dos marinos
ancianos que
iban tod'as las tardes.
Dirigióse
,~f
la ca{>ills ,dé
B~
familia
y '
sent6-
' se
en un rincón de ella, -mirando
al altar.
La '
b-
-
tranquÜa atmósfera del tempio,
la
med:ia
-luz; ' '
el silencio, eran cámo' rtn espejo; ,"donde el
al~
ma-posaba blan damente sus ojQs'
y
file
veía. '
Buena. ocasión
~B;mbién
para rezar,
p~r~ rríi~ar
' .
á
Di·os cara
a
cara, como si
dij~rltlDOS,
y
sQbir ,
hasta-
ÉL
con el pensumiento,
dejé.~do
acá to-
r
do
lo que puede dej a'rse. Así lo pensó Gloria.
~
I
(
r
En
}a
iglesia de
Ficóbi'ig,a
hay sillas muy
bajas
y
de
alto
respaldo, las cuales si.rven
de
recliuatorio.
Gloria
tomó
úna de las de su ca–
sa,
y
arrodillándose en ella avoj' ó su frente en