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"

,

'

....

-

88

,

,

B. PEREZ GALDOS

menudeaban. De pronto, una racha de Noroes–

te sopló

~con

fuerza, levantando remolinos de

polvo, pues la tierra apenas se había mojado,

y

azotando 'con violencia suma

á

los pasean:'

tes, obligóles

á

detenerse un momento.

Las

ro–

pas

talares del Obispo, del cura

y

del

secreta~

rio 'se arremolinaron ' silbando en torno de los

cuerpos, como si el viénto quisiera arrancár–

selas para ponérselas él. '

«¡Dios míol ¿qué es esto?- exclamó

D,?D

Angel. --.

,

En poco tiempo la nube ' parda se exténdió

por todo el cielo, cubriénd91e. Los viejos ála–

mos de tronco -leproso

y

de sonoras hojas

,se

en~orvaban

giIJ?iendo,

y

sacudían sus ramas

con movimientos de desesperación. El

~dento,

después de barrel' furioso los tejados, arran-'

>

'

cando todas las tejas que no estaban /seguras,

caía con furia loca sobre el mar',

y

elnbistiendo

las olas, las ahuecaba, silban,do en los cónca.. ,/

vos cilindros de ellas

y

esparciendo su espu–

ma.

~abía des~8parecido

el

hori~onte,

y

cielo

y

t ierra eran una inmensidad blanquecina,

toda agua, toda bruma. De repente, veloz cu–

lebra de fuego violáceo cruzó el espacio, vi–

brando fugazmen te en él como el pensamien–

to dentro de nuestro cerebro,

y

después sonó

allá arriba hondo estrépito de mil montañap