GLORIA
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el respaldo, sosteniéndola con (lombas manos.
Un
momento después pensaba así:
c ,Que no pueda yo ' arrojar esto de mí? ¿En
qué consiste, Seilor, que lo qQe no es nada"lo
que no existe, lo,que no .puede existir, ocupa
mi
pensamiento noche y día 'para mortificar–
me, para condenarme tal vez? Rezaré, rezaré
con toda lui alma.»
Em}?-ez6
á
rezar con
la
boca. Pero su pensa–
miento no iba
á
donde la tiránica v"oluntad lo
mandaba, ' y así como la brújula mira siempre
1\1 N
orle,
él
miraba constantemente .
á
su idea.
No había fuerza humana que le apartase de
aquella dirección.
,-
cEsto
~
es lqcura, locura.•
~"
afirmó ,Gloria
alzando la cabeza.
Volvió
á
cerrar los ojos y
á
hundir la fren–
te,
y
una voz decía dentro de su
c~re'bro:
c¡Ya voy, ya estoy cerca,. ya te tQcol:t
La
sefíorita de Lan
t~gua
experimentó una
sensación de anhelo
ó
expectativa que la
lle–
naba de indecibles congojas. Sentía su cora–
zón
ensancharse
y
contraerse.
Allá
dentro, en
lo íntimo de su sér, había como un anuncio
misterioso, que no tenía explicación
fácil.
El
alma sentía pasos, que es como decir que su
facultad de adivinación anunciaba la proximi–
dad de
algo profundamente hlteJesante
para