GLORIA
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siasta juv'entud batalladora. Desde aqllel t'Q,s-'
tico sendero se veía el mar en .extensión con-
''':. siclerable.
D03
Ó
tres la'nchas corrían -tend ien–
do las
blanc~s '
olas hacia la barra, y allá
l~jos,
muy lejos, en el puuto en que se confundían
cielo y tiert's, una mancha
negr~
ensuciaba el
"o
azul del fil'mamento.
e
Un
vapor,~dijo
'Sri
Ilustrísima"
-Pasa de largo,» indic.ó Rom:ero.
En
el mismo instan,te, el sol dejó de
ilu~i.
nar el grupo de paseantes.
/
. ,«Parece que ,el señ'or párroco se va
,á
salir
con la suya-apuntó
D.
Angel.~Nos
queda..
mos
sin
sol, aunque )llás allá sigue descubier.–
to. Es to pasará.
-Tenemos agua,» manifestó el
baróm~tro.
D.
Angel miró al cielo, y al mirar le cayó
una ' gota de agua
en.lapunta de la nariz.
D.
J
nan extendió la mano, ' diciendo:'
, e
Caen gotas.
r .
-Ya
que estamos aquí-propuso
D.
Angel
<
~
alargando también la mano,-más vale que
sigamos
y
demos la vuelta por el resguardo
para salir
á
casa. Casi se tarda lo mismo.
-Pues adelante,» dijo
D.
Silvestre, abrien-
do su paraguas rojo
y
dándolo
á
Rafael para
q
ne cubriese al señor
Obi~po.
D.
J
nan
abrió también el suyo. Las gotas