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B. :PÉREZ GALD6S
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ella. Era un resplandor que en la dulce obs–
curidad del sér iba poco
á
poco despuntando
como una aurora, y que anuD_ciaba otra luz
mayor. Dentro de Gloria, misteriosos sones
murmuraban: c¡Oh, aUna; pronto en
tí
será
de díal_
~
Alzando de repente I{)s ojos, . tuvo
miedo.
Miró
á
las bóvedas del templo, y vi6las 'obscu–
ras,
á
pesar de ser las cinco de la tarde. La ilr–
quitectura de la vetusta iglesia, obra románi–
ca del undécimo siglo, estaba toda cubierta
profanamente por ' una
cap~
de ye:so, bajo. la
cual las emblemáticas figurillas de los
capi~
teles ·y. de las archivoltas apenas tenían fo.r-
_ma. Parecían tiritar de frfo arrebujadas en
gruesos mantos blancos. Algunos arcos ojivos
ó
peraltados habfa rí perdido, con el peso de
tantos
~.fíos,
su original curva; algunas ven–
tanas desquiciadas hacían
mue~as;
algunas
columnas habían dej ado de ser
v~rticale8;.
pa–
redes había que se inclinaban
CO,U
ceremonio–
sa reverencia. El .conjunto estético de tal
fá–
brica era triste.
Sobrecogida por secreto' espanto, Gloria se
levantó. En el mismo 'instante un fragor horrí;
sono retumbó
al.láarriba, sobre el techo,
y
la
Abadía gimió en los atléticos brazos del suelo.
Por las abiertas ojivas entraron ráfagas
viol~n·