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D. 'Angel de Lantlgua, Obispo de
***.
,
I
El Obispo parecía un niílo grande.
Su
cara
redouda, sonrosada
y
siempre risueíla, se des–
tacaba entre la
ampulo~'a
envoltura episcopal
y
bajo el sombrero verde, respirando
pl~ofull
do gozo de espíritu, benevolencia,
p~z
com–
plet~
con la conciencia
y
relaciones perfectas
con Dios. Era hombre
que
por natural impul–
so de su sallO corazón
s~
inclinaba
á
suponer
lo buello en todo. Sus estudios, su experien–
cia, su confesonario, le ensefíaban que
hay
malvados en el mundo; peró. siemp're que ha–
blaba con alguien, decía para sí: «¡Qué buena
persona, qué excelente sujetol »
Como una luz alumbra cuanto
la
rodea, así
BU
corazón proyectabá las claridades de la
bondad sobre los que se le acercaban . Era in–
capaz de aplicar un mal pensamiento
á
indi–
viduos conocidos,
y
cuando oía hablar de las
picardías de alguien, no omitía decir cual–
quier pa.labra en su detensa. Su intellgencia
tu'a quizás
inferior
á
la de su egregio hermano