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, 13. ' PÉRBZ GALD6s
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grande. No te quede duda de que 'el
Ordena ..
, . _ dor
~e
todas las ,cosas
h~bl9
.á
mi aItua.
¡Qué
alborozo
t~n '
vivo inundó mi coraiónl.1\1i
pen–
samiento gus¡tó las
d~elicias
del
más:puro bien"
.' cuando Qruzaba'por él .esta idea inefable:
«Glo–
ria
dejará de ser cl'L:lliana. - .
.. . .-¡Eitrafla.y loca ideal
I .
-Madre querfda-exclamó Daniel
con
cier–
to
desvarío,-comprende
~l
fin la grandeza de ,
.,
un'
- pla~
en ' que se
conc¡'~l·.tan
el amor más
ar-
. diente
y
la 'piedad
~ás
valerosa. Yo traeré
al
·
reino de, la verdad esa alma c"uyo unico defec–
to es
hallal~se
lig·ada al vano sentimentalismo
. del 'C,-:ucificado, ' y
á
la filosofía engai10sa
del
supuesto Mesías•..
'Tú
sabes cuáles son mis
ideas
y
su admirable extensión. Ya compren..
del~ás
que mi
conquista no
ha de
reducirse
á
traer
un
adepto
al
:rito hebráic,o, que conside-'
rQ
estrechp, insuficiente. No: yo
a~oro
al Dios
grande,
al
Jehová primitivo
y
augusto,
al que
dió
los mandamientos,
y
desde entonces no
di–
jo
más porque no habia más que decir; al que
en su grandeza nos exige ofrendas de verdad.
justicia -y bondad, no formz\s de culto idolátri–
co; nos exige pensamientos, amor, acciones
Y
esa mirada interna que purifica, no palabras
rezadas, ni
retahilas dichas
de memoria. A ese
Dios pienso llevar
á
la 'que amo, porque Él
e8