GLORIA
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~Tú
lo sabes
bieri.
Hay aquí
una
victima
inocente, una mujer
ad.ol'nada con los atribu–
.tos
d~ ' los
ángeles. Está en mi mano levantar
á
esa alma superior
delloda~al
en que yo mis–
mo la arrojé con vileza; y debo 4acerlo. .El
.üniverso entero, el Dios de todos· los hombres
me ordena que lo haga. Esto es como la luz,
madre. Si no lo comprendes, dí que estás cie:
ga; pero no niegues la luz.
»
Esther, sentándose en su asiento
é
in"(~linan·
.
\
do la frente, cayó en meditación profunda.
c¿Callas, ·madre, callas?-dijo Morton des–
pués de una pausa.-Te he convencido·.
-Mas para abrazar una religión es p;¡-ecisó
cre.eren ella-objetó Esther.-Esto n.o _puede
depen.d~r
de un capricho amoroso. ¿Crees en
Jesucristo? •
Daniel l'epuso IÓgubl'emen te:
e
D~bo
y
quiero ser cristiano. _
- Te avergüenzas de decirlo claramente; te
avergüenzas de decir
creo en Jesucristo,
porque
tu conciencia te grita más alto que tu flaca ra–
zón, clamando contra esta apostasía d·eshonro- -
ss. Daniel, Daniel, ¿qué has hecho del amor
inmenso de tus padres, qué de la santa Ley
·
que te ensetlaron desde la cuna, qué del recuer–
do de tus venerables antepasados, en cuyo
nombre estuvieron vinculados el amor
y
el