GLORIA
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incensaban
á
porfía los Ministros de Hacienda
, / de todos los países: Hasta el Papa, como Rey ..
de Roma, les dió títulos, cr'uces;
y
jamás les
llamó deicidas, sino
hono~ables · señores.
Hallán- .- .
dose en Roma Esther Spinoza, un cardenal le
.
sirvió
de
~icerone
para
ver ' íos
Museos. Otro .. \
cardenal le
~egalaba
mosáicos, cameas
y
CO~. -
I
narinas. Otro le vendió un Cristo de marfil en
'.
.
mil libras, .
y
en quinientas ' un Talmlld espa-
fiol del siglo
XliI,
manuscl~ito
en vitela.
. ' No
reinaban en ninguna ' parte y reinaban
en todas, porque el
i~perio
de Baal es gran–
de,
y
á
él
puede decirse que
perte~ecen
la .
1\ierra,
el mttndo-y
8U
plenitud', ¡el Aquilón 11 el
Austro.
A
la
digQR
familia que
~os
ocupa na–
tlie osó preguntarle jamás .si había dicho:
Cr.u-
.
..
cifica
<$
éste 'y suéltanos á Barrabás. .
Próxima
á
los
cinp~enta
atlos , Esther con–
servaba
su
admirable belleza. Usaba pocos ar–
tificios de tocador, y éstos, más que pará qui–
tanee atlos, empleábalos para que tuvieran
¡
bue~
ver los suyos, como si le inspirara orgu–
llo aquella madurez tan primorosa, 'tan lozana,
I
tan interesante, verdadero homenaje dE1 la ju-
ventud
á
la
vejez. Viéndola se comprendía
18,
larguísima primavera de aquellas mujeres
bí–
blicas que
vivían
ciento veinte
y
ciento trein–
ta
allos, como Quien
no dice
nada.
,