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B.
PÉREZ GALDÓS
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, , lécete más. Nos<?tros, doloridos, por la pérdida
del que
rué
nues-tro amaG-Q-hija, te
I~Oral'eUIOS
muerto; no te llorarem9s apóstata, porque
apóstata no
te
podemos
1l0I:ar,
porque
un
re·
n~gado
no _puede ser, no, puede uaber sido
nuestro hijo.
-Siempre ,lo soy
y
lo
seré~
No cambiaréis ¡as
l.eye~" de
N
aturaleza--.-dijo
~Iol'L-on
sohreponié?–
do~e
á.
su
~margur8.-Aunque
no.
io
'quel'áiR.
vosotros 'me amaréis siempre, como yo os
aUlO.
~¡
Danjel" Daniel-' ,exclamó Esther
C,?D
so–
lemne acento, lev,antándose, -ya no tienes
ma–
drel Si
lti
tienes,
si
la <l?ieres ten'er, yo
DO
lo
,soy. 1\1e avergüenzo de haberlo sido. En llora
menguada te
dí
á luz,
y
-de aque,lla
trisf;e
hora
-debe
decirse:
e
Aféanla '
las tinieblas
y
~,lJmbl'a
de muerte.»
, -O,ruel, engatlas á tu corazón con palabras
estudiada,s-afirmó
eljov~n.-:Nopodrt9)
aun–
que lo quiel'as, ser dueija, de tus senlfmientos
de madre, y me amarás aunque sea ,en silen–
cio; me consagrarás todos tus pensamientos;
me tendrás sie,mpre en la memoria, aunque
sólo sea pa ra orar
p~r
-mí. Antes que hubiera
religiones h ubo Naturaleza•..
':'-No p uedo tener serenid&j-d ijo E sther
con grandiosa ira, - n o .puedo . ¿Por qué te
deshonra~,
por qué te h aces cristiano?